El Agua y su Historia
México en sus desafíos hacia el siglo XXI
Tortolero Villaseñor Alejandro
Ed. Siglo XXI 2da. edición. México 2006
Pp: 51-53, 59-86, 92-99
Ciertamente no puede darse un espectáculo más rico y variado que el que presenta el valle, cuando en una hermosa mañana de verano, estando el cielo claro y con aquel azul turquí propio del aire seco y enrarecido de las altas montañas, se asoma uno por cualquiera de las torres de la catedral de México, o por lo alto de la colina de Chapultepec. Todo alrededor de esta colina está cubierto de la más frondosa vegetación. Antiguos troncos de ahuehuetes, de más de 15o 16 metros de circunferencia, levantan sus copas por encima de los Suchinus, que en su parte o traza se parecen a los sauces llorones de oriente...] La ciudad se presenta al espectador bañada por las aguas del lago de Texcoco, que rodeado de pueblos y lugarcillos, le recuerda lo más hermosos lagos de las montañas de la Suiza..
ALEXANDER VON HUMBOLDT, 1803.
En el siglo XIX podemos observar dos momentos diferentes en el manejo del agua que obedecen, a nuestro juicio, al panorama general que presentaba el país. Dos factores generales influyen en este cambio. El primero tiene que ver con la situación del país. A la vuelta de la independencia México se encontraba fragmentado en poderes locales y
' Entendemos por siglo xix el periodo que va de 1821, con la consumación de la independencia, a 1911-1917, cuando se interrumpe el periodo porfirista por efecto de la revolución.
regionales; el orden colonial, que se basaba en la supremacía de la metrópoli sobre las colonias y las regiones, y en la administración central sobre la local, donde la ciudad de México tenía una función centralizadora muy importante, será trastocado con la guerra de independencia. Entre 1821 y 1880, a falta de un poder central fuerte, los particularismos regionales y el poder de las élites y oligarquías regionales adquirieron una gran dimensión. En materia de aguas esta situación es patente, ya que, por lo menos hasta el año 1888, en que se publica una ley general de vías de comunicación que posibilita a las autoridades federales la recuperación de funciones centralizadoras en asuntos hidráulicos, los asuntos de aguas estaban en poder de las autoridades locales y regionales. Dicho de otra manera, la inexistencia de un Estado fuerte se convierte en una posibilidad inmejorable para dejar actuar a las élites. Con el porfiriato esta situación se invierte, y el Estado recupera sus funciones de control y hegemonía. La ciudad de México es nuevamente el espacio político, administrativo, comercial y de servicios por antonomasia.
El segundo factor, íntimamente conectado con el anterior, tiene que ver con la representación general del agua en el siglo xix. Desde el periodo ilustrado comenzaba a surgir la asociación del agua con lo higiénico; la limpie/a hacía parte de la respetabilidad. Pero será en forma decisiva durante el siglo pasado cuando se imponen las idea higienistas. Con la adopción del positivismo como ideología del régimen se extiende la idea de que la sociedad se asemejaba al cuerpo humano, y por tanto era posible aplicarle los conceptos de
salud y enfermedad. Las ciudades más civilizadas eran las que contaban con mayor salubridad; por tanto, había que bañarse para quitar las excrecencias corporales y construir complicados sistemas para abastecer de agua y desalojar los residuos urbanos. La ciudad debía poseer un sistema de evacuación que alejara lo putrefacto como fuese posible, y el agua era el vehículo para desaguar las excrecencias. Para los médicos, los aires y las aguas se envenenaban al tener contacto con cualquier sustancia putrefacta; la suciedad era sinónimo de excremento y podredumbre y, en su teoría, los aires sucios, miasmas venenosos, eran el foco de atención central. Para los circulacionistas del siglo xix, que se apoyaban en la teoría de la circulación de la sangre de Harvey, tanto el cuerpo humano como la ciudad organismo tenían necesidad de ingerir y excretar; por ello era necesario construir desagües y tuberías. Las enfermedades eran producto de la acumulación de inmundicia y del escaso empleo del agua.2
Estos dos factores serán, entonces, decisivos en las políticas hidráulicas del siglo pasado. Entre 1821 y 1888, a falta de un Estado fuerte, el agua está en poder de las autoridades locales y regionales. A partir de entonces, el Estado recupera sus funciones centralizadoras impulsando al mismo tiempo el desarrollo económico del país y una representación del agua y lo higiénico, que lo obligan a adoptar nuevas políticas hidráulicas.
2 Davales, en Ana González, 1999. La teoría miasmática propuesta por Sydenham y otros dominó durante las primeras décadas del siglo xix la medicina y la salud pública. Esta teoría sostenía que las emanaciones fétidas de suelos y aguas impuros causaban la enfermedad.
Las ideas_de Koch y
Pasteur se difunden y con ello la idea de que el cólera sigue el curso de los ríos y llega a las poblaciones con el agua potable. Estas ideas innovadoras se difunden rápidamente: en julio de 1884 Roberto Koch dicta en Berlín su conferencia sobre el cólera y en 1885 se imprime en México. Se difundían las ideas de que el mal viene casi siempre del agua6 y de todo lo que toca: alimentos, frutas y legumbres. El agua es vehículo del microbio responsable de la enfermedad: un vacilo curvado como bastón, muy móvil, llamado vibrión. Absorbidos con el agua o los alimentos, los vibriones segregan en el intestino una toxina que origina esta diarrea particular que se acompaña de vómitos y provoca una deshidratación intensa. Antes casi era sinónimo de muerte; ahora, gracias a una re-hidratación masiva, por vía intravenosa si es necesario, y a la administración de antibióticos, se puede curar. Su entrada en Europa se da a través de Rusia en 1830, originada por una epidemia que comienza en Bengala en 1817; se extiende a toda el Asia meridional y a partir de 1829 invade Europa, África y América, de allí el nombre de pandemia. (En ese momento no se sabía que la enfermedad se originaba por un microbio y que seguía paso a paso su camino desde Asia). A principios de 1830 franquea el Cáucaso y mata a dos tercios de la población de Tífilis; pasa a Astrakhán en julio, a Moscú en septiembre, a Riga algunos meses después, a Dantzig en marzo de 1831. El 31 de agosto ocurre el primer caso en Berlín; el 12 de fe-
6 También puede transmitirse por simple contacto con los enfermos, por las manos sucias de los portadores de gérmenes, por las moscas.
brero de 1832 se da el primer caso en Londres; el 15 de marzo desembarca en Calais para de allí pasar a París, donde el 26 de marzo hace su primera víctima. Rápidamente los casos se multiplican y en la capital francesa se desata el pánico, el horror. Los cadáveres se descubren en las casas bañados con una diarrea blanquizca, los muertos aparecen en las calles. De marzo a octubre aparecen 18 400 muertos. Se buscan culpables acusando a comerciantes y tenderos de envenenar los alimentos, las bebidas y el vino. Chateaubriand cuenta que algunos fueron arrastrados por los arroyos y tirados al Sena. La novela de Jean Giono, Hussard sur le toit, evoca el clima de horror de la Alta Provenza después de la epidemia de 1832 bajo el signo del mal misterioso que mataba en un día familias enteras, el mal que salía de los manantiales y las fuentes. La enfermedad debió causar en Europa un millón de muertes. Éste es el origen de la primera enfermedad asociada al agua, enfermedad hídrica: dos médicos ingleses, Snów y Bud, se dieron cuenta, luego de la epidemia en Londres, que los que bebían agua de una bomba contraían el cólera. A finales de ese siglo, nadie dudaba de su origen hídrico -y Chaikovski menos que nadie, puesto que para suicidarse, en 1893, elige beber un garrafón de agua no hervida en plena epidemia; la madre del músico había muerto también de cólera en 1850.7 El terror que inspiraba la enfermedad dio origen alas obras para proveer a la población de agua de buena calidad y mejorar las condiciones de higiene. Se ha dicho
7 Algunos otros personajes célebres que mueren del cólera son: en Berlín, el filósofo Hegel; en París, Casimir Ferien En Pedoya, 1990.
que "toda la organización sanitaria de las ciudades europeas es hija del, cólera."
No será extraño, entonces, que esas noticias se difundieran en México, y que en ese año de 1885 la Secretaría de Gobernación estableciera sus medidas higiénicas, que consistieron en desecar pantanos, construir un buen sistema de drenaje, abastecer a los poblados de agua potable y vigilar acueductos, fuentes públicas y demás depósitos de agua.8
Los tratados de higiene de finales del siglo xix señalaban que cada habitante debía recibir 150 litros de agua diarios para satisfacer sus necesidades. En la ciudad de México, como ya hemos visto, era muy difícil hablar de consumo por persona, pero los registros indican un aumento, entre 1900 y 1913, de 80 litros a aproximadamente 400. En Puebla, en cambio, a principios del xix era de 10 litros diarios. 'Para extender las gracias del agua se instalan en las ciudades los sistemas en red que sustituían a los obsoletos sistemas en línea coloniales.
Los sistemas en líneas se dividían en tres secciones. En la primera estaban los acueductos que transportaban el agua desde los manantiales o pozos; en la segunda estaban las "cajas de agua" que servían para distribuir el agua a las cañerías; en la tercera las cañerías permitían que el agua llegara a las fuentes públicas o a los consumidores. Las cañerías eran de madera, mampostería o barro, y se daban frecuentes problemas por descomposturas, robos, desvíos y suministro irregular.
El sistema en red consistía en distribuir el
8 Birrichaga, 1998.
agua por medio de tuberías conectadas entre sí; cada sector del sistema contaba con válvulas que podían suspender el suministro de agua. Esta red estaba formada por circuitos de tubería de hierro colocados en distintos sectores de la ciudad, que eran abastecidos por una fuente o depósito. En caso de interrupción del abasto a un sector, el sistema permitía abastecerlo con el líquido proveniente de otras fuentes; en caso de reparaciones en algún tramo de la tubería, no era necesario suspender el servicio en toda la zona. Las ventajas del sistema, como lo pregonaba el doctor José Lobato en 1884, eran que mejoraba la higiene y se regularizaba la distribución.9
proyecto de Garay es apoyado y las obras se realizan lentamente debido a las turbulencias políticas. No obstante la intervención francesa y las guerras civiles, Garay ocupa la Dirección General del Desagüe hasta 1881. Al año siguiente, el ingeniero Luis Espinosa lo reemplaza y se beneficia de las nuevas condiciones institucionales para realizar las obras del desagüe.
Estas condiciones fueron propicias para que México fuera sujeto de crédito internacional: recibió un fínanciamiento de 2 400 000 libras, con opción a un millón de libras adicionales, para la construcción de las obras de desagüe. El problema financiero estaba resuelto, como también el político con la decisión de Porfirio Díaz, quien frente a las lluvias excepcionales de 1888 asumió las obras como proyecto prioritario. En sus propósitos, las opiniones de los médicos tenían una resonancia extraordinaria, y sólo faltaba resolver el problema tecnológico y el práctico de la conducción de las obras. Se pensó que la mejor salida era contratar a empresarios extranjeros, quienes con sus paquetes tecnológicos y de relaciones de trabajo pudieran llevar a buen término las obras. Cambiaban así los actores y los métodos; si antes el desagüe se había realizado bajo la tutela del Estado y utilizando formas de trabajo compulsivas como el repartimiento, los presos y el ejército, en adelante, serían los empresarios privados, con base en nuevas relaciones de trabajo. En otras palabras, el problema del subdesarrollo en la industria de la construcción se atribuía entonces a la falta de tecnología y a la insuficiencia de cuadros medios, esto es, a una falta de capacitación técnica. En la óptica de los jóvenes científicos, tal capacitación sólo existía en el extranjero, y por ende la apertura, que se observó no sólo en el ramo constructivo sino en la industria en general. Para el caso que nos ocupa, el contratista elegido entre cuatro proyectos fue Weetman Dickinson Pesrson, de origen inglés, quien gracias a los contratos con el gobierno "de Díaz se convirtió en el contratista más importante del periodo y construyó con ello una enorme fortuna personal.14
Para desecar el lago de Chalco encontramos una situación análoga, sólo que ahora, más que un contratista, serían empresarios españoles quienes llevarían a cabo las obras: los hermanos Moriega. Estos emigrantes asturianos se encargaron de transformar el sistema hidrológico de los ríos que descendían de la Sierra Nevada, que gozaban de una excelente reputación por ser abundantes y cristalinos. Las aguas de los manantiales también eran consideradas excelentes para beber.
El lago de Chalco ocupaba una superficie cercana a las diez mil hectáreas; los partidarios de desecarlo lo calificaban como pantano, y sus defensores como lago. Tenía una profundidad que variaba con el ritmo de las lluvias,15 y para desecarlo se hicieron varios estudios. Las estimaciones sobre su capacidad eran muy divergentes:
14 Connolly, 1997.
13 La comisión encargada de estudiar las condiciones para desaguar el lago de Chalco expresa: "debemos hacer notar que el lago de Chalco, como los otros que rodean la capital, es insalubre, porque durante la escasez de lluvias, o cuando éstas faltan, una extensión más o menos considerable de sus bordes se vuelve pantanosa y produce emanaciones que dan lugar a casos de paludismo". agn: scop: 546-4 (f. 48).
iban desde los 81 millones de metros cúbicos de agua hasta 233 860 100, como lo asentaba R. Iglesias en 1902. Esta imprecisión fue un arma para el empresario, quien con obras de ingeniería sometió a los pueblos, ya que protegió bien su negociación agrícola de las inundaciones, originadas por la crecida de las aguas de lluvia que no lograban ser arrastradas por las estrechas canalizaciones, mientras que dejaba escurrir hacia los pueblos el agua que rebasaba los canales, o bien, cerraba las compuertas para originar inundaciones en los pueblos rebeldes.16
Afortunadamente el agua no sólo servía para el sometimiento de los pueblos, sino también para alimentar una de las agriculturas más prósperas de todo el país, que ha legado una variedad de maíz: la chalquense. El agua como poder fecundante también se refleja en la organización espacial, en el imaginario y en la cocina, que ya hemos mencionado, pero también en las nuevas actividades productivas. En efecto, en estas actividades encontramos una mezcla de tradición y modernidad que va desde la agricultura tradicional de los pueblos chinamperos hasta la formación de haciendas lecheras y cerealeras donde el agua es un recurso básico.
Además, las actividades de las dos grandes fábricas de la región, la papelera de San Rafael y la textílera de Miraflores no se entienden sin la ubicación estratégica de estos establecimientos para recibir el agua. La papelera de San Rafael, por ejemplo, obtenía el agua de los manantiales y del deshielo de la Sierra Nevada, pero el usufructo de
16 Tortolero, 1997 y 1999.
este recurso rué el que causó más problemas entre las fábricas y las comunidades. Un laudo de Porfirio Díaz en 1896 concedía a la empresa el uso preferente del agua. Los pueblos y el ayuntamiento siguieron luchando hasta que la fábrica se comprometió a pagar una cantidad mayor por ella y a instalar una tubería, cuya construcción y mantenimiento corría a su cargo, para surtir de agua al pueblo de Tlalmanalco.
El tráfico en canoas es bastante ventajoso, como ya hemos mencionado. Si en el siglo xv se afirma que la ciudad de México recibía cada semana 5 000 fanegas de maíz transportadas en canoas, y en el siglo siguiente Francisco Sedaño afirma que anualmente llegaban a la ciudad unas 50 000 canoas, esto da una idea del tráfico comercial lacustre. Por ejemplo, hacia 1860 se estimaba que los fletes por efectos de comercio por el circuito Chalco-La Viga, ascendían a 50 000 pesos, aproximadamente. El movimiento de pasajeros de primera y segunda clase, en ese tiempo, se había calculado en 20 940 pesos, aproximadamente; de modo que estas dos cantidades hacen un valor total de movimiento de 70 940 pesos. Los efectos que entran por la garita de San Lázaro, excluyendo los ultramarinos, están calculados en 5 000 pesos prudentemente, que agregados al producto anterior hacen la suma de 75 940. Estas cantidades se aprecian mejor si comparamos el tráfico posterior de pasajeros, cuando se construyó hacia 1890, una línea de ferrocarril de Chalco a Tlalmanalco. Entre 1890 y 1895 los ingresos anuales por trafico de pasajeros fueron de 7 400 pesos, y el transporte de mercancías de 9 000 pesos, lo que permite apreciar la importancia del transporte en canales.17 Esto lo sabían muy bien José Reyes y sus socios, un grupo de asaltantes que desde 1846 enfrentaron juicios penales por robo a los transeúntes de las canoas de Chalco, o bien José Feliciano y Espiridión Lucio. ¿Antecedentes de los célebres Bandido de, Río Frío, tan bien retratados por Manuel Payno Es posible, pero de lo que no hay duda es que la presencia de las aguas se refleja en todos los ámbitos de la vida regional, como articuladora del espacio, de las actividades productivas, de mitos y costumbres, etc. En fin, creemos que el peso de la economía lacustre aparece subestimado en los informes estadísticos del siglo pasado.
Según estos informes, por ejemplo el de Pascual González, gobernador del Estado de México en 1849, los vecinos pobres de Zumpango se dedicaban a la caza de patos y a la pesca en la laguna de su pueblo: "mas este recurso es muy insignificante: sería muy provechoso a la clase menesterosa y a los fundos, la desecación de la laguna como es fácil, pues de ello resultarían abundantes cosechas". De las regiones lacustres de Chalco y de Texcoco, el gobernador afirma que la pesca es sólo un "arbitrio secundario" del que subsisten los habitantes, mientras que la agricultura es el ramo general al que se dedican los pueblos.
ya antes habíamos mencionado que la percepción de los españoles y la de los indios en torno al agua no era la misma. Para los primeros, el agua del lago no era apreciada. Desde las crónicas de Tomás López Medel en el siglo xvi, quien afirmaba que las aguas de los lagos contribuían al mal olor que se respiraba en el valle durante las épocas de estío, hasta los testimonios de viajeros tan ilustres en el siglo xix como el barón de Humboldt o Jules Leclercq, se hace manifiesta la insalubridad que las aguas acarreaban al valle y cómo en épocas de estío los peces muertos envenenaban la atmósfera con su olor.
Los peces y la fauna acuática que moraban en las aguas de los lagos del valle tampoco eran apreciados por las élites. Los españoles, por ejemplo, preferían consumir los pescados traídos de la
costa. El padre Cobo mencionaba, a principios del siglo xv, que los peces de los lagos del valle tenían un sabor desagradable por el lodo en e] que vivían. Más tarde, en 1885, el presidente de la Sociedad Real Belga de Geografía, Jules Leclercq, calificó a los peces de los lagos de repugnantes.
Esta misma clasificación de las aguas de los lagos y de su fauna aparece en los partidarios de llamarlo ciénega. El Consejo Superior de Salubridad en 1895, ante la petición de desecar el lago, realizó un estudio de las condiciones de los lagos del sur en relación con la higiene; allí asientan que los lagos situados en la parte meridional del valle de México despedían en toda su superficie miasmas de hidrógeno sulfurado que se percibía en las calles de México siempre que soplaba el viento del sur. En sus palabras, "así es que en el país se tiene ese viento malsano. Ya los aztecas en su escritura jeroglífica, le representaban por la figura de la cabeza de un muerto". Durante el Segundo Congreso Mexicano convocado por la Secretaría de Fomento con motivo de la fetidez que reinaba en la capital en el año 1878, también se habló de los antiguos lagos como verdaderas ciénegas/'cuyas aguas estancadas son de día en día más insalubres". Y así sucesivamente, desde los cronistas hasta los médicos, ingenieros e higienistas, esta concepción de los lagos -más que lagos, de los pantanos- como algo sucio, desagradable, que había que desaparecer, se enfrentaba al mundo de los pueblos de indios, ya que éstos suponían que el agua de los lagos circulaba en forma subterránea y, lejos de estar estancada y ser foco de infección, era un elemento central de subsistencia. Los hermanos Noriega, ejemplo de esta cultura española del agua, intentarán aprovechar esta situación, ya que según las opiniones de expertos, la jerarquía de las aguas de los lagos y las estadísticas estaban de su lado. Era difícil oponer un mundo aprovechado por 41 pescadores en 1895, a la fetidez de una gran ciudad como la de México. Entonces, en 1894, hicieron una petición al Supremo Gobierno para desecar las aguas del lago de Chalco. En 1894 Iñigo Noriega, prominente hacendado en la región, solicitó al secretario de Estado y del Despacho de Comunicaciones y Obras Públicas el permiso para abrir un canal que vertiera las aguas del lago de Chalco en el de Texcoco, es decir, demandaba le concesión para desecar el lago de Chalco.
Las razones que justificaban su petición eran tres: cambiar el uso del suelo aumentando la superficie de cultivo; crear empleos en las obras y luego en las faenas agrícolas, y finalmente destinar las aguas excedentes al lavado de las atarjeas de la ciudad de México. Para ello, en principio, los hermanos justificaron su propiedad sobre el lago, ya que les pertenecía la hacienda de Xico que tenía dominio sobre las aguas del lago. Argumentaron que en otra de sus fincas, la hacienda de la Compañía, ya habían experimentado con obras de desecación similares a las propuestas. Así encontraron que la desecación convertía a las tierras en "terrenos tan feraces y productivos, que sólo por excepción pudieran encontrarse iguales". Así, propusieron convertir un terreno poco productivo, con una pesca exigua y forraje de plantas acuáticas de mala calidad, en un campo donde un tercio sería aprovechado como agostadero y en los dos tercios restantes se cultivaría
maíz. Las cifras nos dan una idea de la feracidad de los terrenos: un producto anual de 200 000 cargas de grano.
Con estas justificaciones: empleo, higiene y productividad, los empresarios construyeron 203 kilómetros de canales: un canal de 16 kilómetros dedicado a la conducción de las aguas del lago de Chalco al de Texcoco. Otro de 18 kilómetros de extensión y 12 metros de ancho, para llevar el líquido de los manantiales de la parte sur de la antigua laguna de Chalco a la de Xochimilco y para conducir las aguas que en tiempos de lluvias proceden de las cumbres de la Sierra Nevada. Uno más al norte de la hacienda de Xico pasando por los pueblos de San Lucas, Tlapacoyan, Ayo tía y Tlapisahua, de 14 kilómetros por 8 metros de ancho, para recoger las aguas que en tiempo de lluvias bajan de los montes de Tlalmanalco, González, La, compañía, Zoquiapan, para mandarlas directamente al lago de Texcoco. Y el resto de los canales, que sumaban 154 kilómetros, tenían por objeto el drenaje y el riego de los terrenos y el traslado de las cosechas a los puntos convenientes.
Así se terminaba una relación milenaria de los hombres de la región con sus lagos y se inauguraba la era de la gran hidráulica que habría de marcar un siglo de castigo ecológico.18 En efecto, los lagos fueron drenados; el de Texcoco, por ejemplo, aquel cuerpo de agua cubierto de "lodo negro y verdoso, hediondo", que producía dolores de
1 F. Herin define a la gran hidráulica como "un conjunto de innovaciones tecnológicas que contribuyen al control eficaz y de envergadura de los recursos hidráulicos", en Pérez Picazo y Lemeunier (eds.), 1990: 61.
cabeza al médico José Ma. Guyosa en su visita de 1892, también en 1900 arrojaba fuera del valle 3 800 litros por segundo. Para ello se había designado en 1886 al ingeniero Luis Espinosa como director de las obras del desagüe llevado a cabo mediante la construcción de un canal, un túnel y un tajo de salida. La profundidad de este lago, según los estudios realizados, nunca descendió los 3.5 metros entre 1881 y 1890, y en los meses de lluvias era de más de cinco metros.
Un conjunto de elementos diferenció la desecación del lago de Texcoco respecto del de Chalco. La primera es que el proyecto fue una empresa asumida completamente por el gobierno federal, a través de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, y más concretamente de la Comisión Hidrográfica del Valle de México, con recursos públicos obtenidos de la Caja de Préstamos para Obras de Irrigación y Fomento a la Agricultura, que otorgó la cantidad de 2 300 pesos para llevar a cabo la desecación del lago.19 Ya los primeros estudios y mediciones tanto del agua como de las características del terreno fueron realizados por autoridades gubernamentales; en cambio, el proyecto del lago de Chalco fue privado.
El segundo elemento distintivo tenía que ver con el régimen de propiedad. El lago de Chalco era parte de una propiedad privada, la hacienda de Xico, mientras que el de Texcoco, por tener una mayor extensión, era parte tanto de propiedades privadas como de pueblos, y también era propiedad federal. Otra diferencia radicaba en que la desecación de ambos lagos respondía a
tradiciones distintas. Si bien en un principio los proyectos desecadores se orientaron a obtener tierras para dedicarlas a grandes proyectos de producción agrícola, el lago de Texcoco tenía una desventaja frente al de Chalco: sus tierras contenían un alto grado de salinidad que las hacían totalmente inapropiadas para la agricultura, mientras las del lago de Chalco mostraban una gran fertilidad.20
Una sociedad particular se encargó de realizar experimentos para determinar el tipo de cultivos más adecuados para los terrenos desecados! obviamente, se pagarían con creces los gastos realizados. La Sociedad Financiera para el Fomento de la Irrigación estableció una estación experimental en Santa Clara, cuyo responsable era Miguel Á. de Quevedo, quien fue contratado con el objetivo de vencer la rudeza del ambiente. Antes de que se hiciera cargo del Departamento de Bosques, la Secretaría de Agricultura y Fomento le envió un cuestionario donde le preguntaba aspectos muy específicos de las posibilidades de explotación de los terrenos del lago. Sus respuestas denotan que los experimentos que realizó le permitieron construir un conocimiento botánico que sin la desecación del lago no habría podido
20 En México la salinidad de los lagos, como en Texcoco, explicaba en el mundo indígena la circulación de aguas subterráneas; se hacían experimentos dejando calabazas en las aguas de las costas, que se suponía eran las mismas que se encontraban en Texcoco. Así sostenían esta idea. Sin embargo, ahora sabemos que esto no es cierto, y que las aguas saladas son nocivas para la agricultura. Si las aguas del globo tienen una salinidad media de 35 gramos por litro, las más saladas son las del Mar Muerto, con 80 gramos por litro.
generarse. Sus actividades como encargado de la estación le llevaron a concluir que las plantas más apropiadas para crecer en terrenos salitrosos y resistir las heladas eran los arbustos y hierbas de las quenopodiáceas como el chaparro salado, la borrega gorda, el romero y la cenicilla; entre los arbustos el carrizo; entre los árboles los que mejor resistían eran los Tamarix (galilea y africana); las casuarinas (Cunninghanianá); los eucaliptos (robusta, rostrata, resinífera, teretlcornls).
De Quevedo sugería la plantación de carrizos, que servirían como materia prima para la fabricación de pasta de papel, lo que ayudaría, según él, a la industria de este ramo puesto que se veía obligada a adquirir esta materia en el extranjero. También veía redituable el cultivo del betabel, tanto el forrajero como el de azúcar, que serviría a los industriales del estado de Morelos que encontraban dificultades para sembrar caña, aunque aclaraba que sería un cultivo de transición que ayudaría a las quenopodiáceas a eliminar el exceso de sal. Su experiencia en cuanto a explotación comercial de los terrenos desecados del lago lo llevó a clasificar los terrenos -él creía que había de dos a tres tipos- por la cantidad de salitre, por la presencia de otros elementos constitutivos del suelo y por ser humedad y consistencia. Recalcaba que sus sugerencias podían ser exitosas en un solo tipo de suelo. Proponía asimismo que en los primeros años estos terrenos sólo se dedicaran a la explotación forestal para la bonificación de la tierra, y junto con el drenaje del suelo podrían, entonces sí, dedicarse al cultivo de hortalizas o a la agricultura; también recomendaba dejar una extensión de una tercera par-
te, por lo menos, para bosques o arboledas; éstos conservarían un equilibrio climatológico que protegería los cultivos agrícolas y la ciudad de México.21
Obviamente, las sugerencias de De Quevedo no fueron seguidas al pie de la letra. Los recursos gubernamentales eran pocos y finalmente el gobierno federal no recuperaría todo el dinero invertido, puesto que su intención no era explotar por sí mismo esos terrenos; por ello las dimensiones reales de la sección forestal fueron mucho .más reducidas de lo que propuso De Quevedo. El terreno asignado no fue de 30 a 50 hectáreas, sino solamente de 68 474 metros cuadrados, y únicamente tenía un responsable. De cualquier forma, el asunto revela también una enorme fe en que la acción del hombre -a través de los cultivos regeneradores, el lavado y el uso de abonos- podía vencer los retos que significaba la naturaleza del terreno. Aunque no se decía cuánto tiempo podría llevarse la adecuación de las tierras para la agricultura, el encargado dejaba ver que en un corto periodo estarían ya produciendo.22
¡Cuánta diferencia había con la feracidad de las tierras del lago de Chalco. En Texcoco, una situación parecida requeriría ingentes recursos económicos y materiales, tanto que sólo el gobierno federal podía llevar a cabo una obra así.
Las sugerencias de De Quevedo orientaban sobre el tipo de plantas y, sobre todo, el proyecto que se fomentaba en las tierras desecadas del lago de Texcoco. Se buscaba principalmente la
reforestación de los terrenos con la plantación de acacias (Acacia melanoxylon), casuarinas (Casuarina Cunninghaniana), pirús (Schinus Molle), mezquites o huizaches (Prosopis juliflora) y tamarix (Tamarix parviflora). La función principal de este tipo de flora es crear cortinas rompevientos, controlar la erosión y mejorar la fertilidad del suelo. La reforestación buscaba disminuir el nocivo efecto de los fuertes vientos provenientes de la región de Pachuca que levantaban tolvaneras y transportaban miasmas, polvo y sustancias contaminantes a la ciudad de México, lo que, según los comentarios contemporáneos, provocaba enfermedades gastrointestinales y respiratorias a un buen número de la población de la capital. También se buscaba detener la erosión del suelo a través del crecimiento de las raíces de los árboles, y según el tipo de éstos se podía fijar el nitrógeno atmosférico a la tierra; este elemento la fertilizaba y podía ser utilizado por otras plantas.
Se proponía igualmente el cultivo de plantas comerciales, sobre todo forrajeras, como la alfalfa, el chamizo (Atriplex canescens), la avena, la cebada, el nabo y el chaparro salado. Es decir, se privilegiaba el desarrollo de la agricultura comercial. Salvo la mención al maíz -el producto de subsistencia por excelencia-, no hay en los informes de De Quevedo y del perito forestal otro producto del que se beneficiaran directamente los pobladores
Pero si para la agricultura la alta salinidad era un formidable obstáculo por resolver, para otros representaba un recurso natural para explotar comercialmente. En efecto, surgieron varias empresas que solicitaron concesiones para la explota-
ción de las salinas. Las solicitudes comprendían tanto las salinas que se hallaban en los terrenos desecados del lago como el agua de las lluvias que descendían de la sierra de Guadalupe, que bajaba rica en sales.23
No sólo éstas despertaron la iniciativa y codicia particulares, sino también la irrigación y el cultivo de las tierras descubiertas. En efecto, una compañía agrícola solicitaba información del proyecto que efectuaba la scop con el fin de determinar que tanto desarrollo tenía ya, puesto que les interesaba adquirirlo para iniciar una vasta explotación agrícola de terrenos del vaso. Los planes de esta compañía eran drenar y hacer el entarquinamiento para el lavado de las tierras; sembrar árboles y plantas forrajeras, como el betabel, que resistieran el salitre para lograr rendimientos que compensaran los gastos y obtener utilidades del capital invertido. Esta empresa, de hecho, ya había adquirido terrenos en Santa Clara y Los Reyes, y había empezado los experimentos respectivos; proponía que se les vendieran los terrenos considerados de propiedad federal alegando que su proyecto contribuía a resolver el problema de salud que afectaba a la capital y a otras poblaciones del Distrito Federal.
En Chápala, desde 1867, Ignacio Castellanos había solicitado al gobierno del estado de Jalisco la autorización para desazolvar, desempedrar y ampliar el lecho del río Santiago para que por esa vía saliera el agua de Chápala. A cambio pedía "todas las tierras que queden en seco" y una paga de parte de los propietarios ribereños beneficia-
23 agn-scop, exp. 544/13, en Huerta, 1999.
Finalmente en Lerma, después de varios proyectos que comenzaron 1857 con Gumersindo Enríquez, gobernador del estado que se interesó por la desecación, sería el crecimiento de la población de la ciudad de México el que orillaría a la desaparición de los cuerpos lacustres.
En torno a algunas ciudades se formaron cinturones industriales que aprovechaban el agua. En San Ángel, por ejemplo, a partir de 1870 las fábricas deterioraron el curso de la naturaleza, alteraron la ecología y dejaron una visible huella con el ruido, la concentración de las viviendas y la población, el acaparamiento del agua y su contaminación, la centralización de las tierras, los
cambios en los cultivos, y la destrucción del aislamiento a través de la introducción de transportes, como el ferrocarril.
Los empresarios textileros, por ejemplo, aprovecharon las corrientes de agua para accionar las grandes ruedas hidráulicas y turbinas que incrementaban la producción. Explotaron los bosques para obtener una cantidad suficiente de leña que alimentara el movimiento de las máquinas de vapor. La fábrica San Ildefonso, en Tlanepantla, construyó una red hidráulica que le permitió no sólo el constante lavado de la materia prima, sino también la instalación de un sistema de cañerías que posibilitaban arrojar los desechos industriales de la producción manufacturera. En la textilera de Miraflores, el aprovisionamiento de agua se hizo a través del sistema de riego que se conectaba con el río de la Compañía, que nace de los deshielos y arroyos provenientes de los volcanes de la Sierra Nevada y que desembocan en el lago de Chalco. En San Ángel, el principal recurso hidráulico era el río La Magdalena, que nace en la cordillera del Ajusco, y en Tlalpan, las fábricas se abastecían de los ojos de agua que también utilizaban los habitantes de Santa Úrsula, con lo que se originaron conflictos. La fábrica de papel San Rafael utilizó las aguas del río Tlalmanalco y los veneros de la Sierra Nevada, pero los contaminó a su paso y creó conflictos con los pueblos vecinos.
Estas industrias contaminaban las aguas en forma diferente. Mientras la textil utiliza la mayor parte del agua para la generación de energía, para mover los telares, husos y otro tipo de maquinaria como los tornos o las fresadoras -sólo una pequeña parte del líquido se emplea en el
proceso de fabricación, sobre todo para dar color con diversas anilinas a los productos textiles-, la papelera requiere grandes cantidades de agua tanto en el proceso de generación de fuerza motriz como en el de fabricación, lo que implica el contacto del agua con una serie de sustancias químicas que modifican esencialmente su naturaleza combinándola con materias orgánicas: sales, nitratos, etc. Esto originó conflictos con otros usuarios, que se quejaron de la contaminación del agua. La fábrica de San Ildefonso que producía hilados de lana era un ejemplo característico de la contaminación ocasionada por la producción textil. El agua se utilizaba para lavar lana sucia con soluciones cáusticas para el blanqueo, el teñido y el acabado de productos como casimires, frazadas, sarapes y otros géneros. Esta misma agua era posteriormente desalojada en el caudal que corría río abajo, lo cual generaba quejas y denuncias de otros usuarios. Por ello más tarde, argumentando que la concesión de aguas que tenía la fábrica había sido otorgada en 1914 por el gobierno usurpador de Victoriano Huerta, para revalidar la concesión en 1917 se les obligó a instalar filtros para no contaminar las aguas del río La Magdalena y depurar sus aguas, "por exigirlo la salubridad pública".
En la papelera las disputas son semejantes. El agua que utilizaba la fábrica San Rafael se contaminaba tanto que los vecinos del pueblo de San Lorenzo Tlalmimilolpan se quejaban de que el agua que les llegaba del canal era tan sucia que era imposible usarla. En efecto, para obtener la celulosa se llevaban a cabo una serie de reacciones químicas que daban por resultado una lejía ácida, a través de un proceso que absorbe notablemente el oxígeno del agua y la deja inservible para el consumo humano.30
Así, el paisaje de la cuenca de México se alteraba notablemente con la llegada de las empresas agrícolas, ferroviarias, textiles, papeleras y urbanizadoras. Si las primeras están en el origen de la desecación de los lagos, las demás tienen una alta responsabilidad en el aprovechamiento de los bosques y en la contaminación del agua. Con la desecación se origina una baja en el nivel del manto freático que acelera el hundimiento de los edificios, pero también surgen planicies lacustres descubiertas que originan grandes tolvaneras.
Si este siglo está marcado, sobre todo en su último tercio, por un periodo continuo de crecimiento económico, los costos ecológicos serán extraordinarios. El sacrificio del agua, de los bosques y del paisaje en su conjunto se observa en una estética del agua que muestra una frontera idílica que los proyectos modernizadores no supieron resguardar. El paseo de la Viga, por ejemplo, lugar de recreación para distintos grupos sociales, es un laboratorio donde observamos el sentimiento de desolación estética. Florencio del Castillo, en 1864, expresa muy bien los términos del problema:
Hubo un tiempo en que todo el valle de México era un inmenso lago, que servía tan sólo de espejo a las pasajeras nubes; la industria del hombre y la mano de Dios
30 Para las comparaciones, una fábrica de papel en Estados Unidos consume tanta agua como una ciudad de 500 000 habitantes. Lecomte, 1998: 79.
conquistaron el terreno poco a poco, y las aguas se retiraron hasta reducirse a esos lagos de Texcoco y Chalco, que hoy se miran desde nuestras torres como una cinta de plata al pie de las colinas que forman nuestro horizonte. Bien, es cierto que el lecho de esos lagos está, con muy corta diferencia, casi al nivel de México, y que puede venir un día en que las aguas recobren con ímpetu su antiguo dominio; pero, ¿qué importa el peligro a esa multitud que corre ansiosa a gozar? En esta vida que recorremos, ¿no hay siempre un abismo bajo nuestras plantas? ¿No es esta misma inseguridad la que presta un poco de atractivo a nuestros placeres? Y luego, bien pudiera suceder que el arte desecase esos lagos; la agricultura ganaría, ganaría la salubridad pública; pero perderíamos ese espacio tan bello y tan poético
¿Cómo armonizar el desarrollo económico con el goce estético? El lago y sus canales eran motivo de fiesta y regocijo para distintos personajes. Desde la aristocracia que paseaba en barcos lujosamente ataviados con cortinas y cojines de seda, vistiendo de gala a los remeros, hasta los óleos como el de La mejicana de Andrés García en 1857, donde se observa a una mujer en una pequeña embarcación rodeada de legumbres y coloridos productos; la diversidad de los actores que gozaban del paisaje es una constante en todo el siglo. Así lo vemos en las pinturas de W. Bullock (1823), de J. M. Rugendas Viernes de Dolores en el Canal de la Viga en la fiesta de Santa Anita (1832); de E.Landesio La garita de la viga (1856); de Luis Coto La garita de la Viga (1860); de Alfredo Ramos
Chalupas en Xochimilco (1898); de José Guadalupe Posada El fandango de Santa Anita y tantos otros. En 1842, los versos de Guillermo Prieto hablan del holgorio del baile:
En el canal transparente ocupan el primer rango las canoas de fandango que atraviesan la corriente.
Van de gente como pina
y van alegres cantores
y tenaces bailadores
que se agolpan como en riña
Dos indios a los extremos impulsan la embarcación y le prestan dirección con sus colosales remos
Así surca el cristal que hace imperceptibles olas y chícharos y amapolas perfuman aquel canal
Esta representación, donde lo estético y el goce priman sobre cualquier otro elemento, será transformada por los higienistas e ingenieros porfirianos. F. Suárez, por ejemplo, convierte a los canales de la Viga en 1888 en laboratorio de "peligrosa influencia para la salud pública", debido al estado de sus aguas. En fin, es evidente que la asociación de los Richardson, los Pearson, los Noriega, los Cuesta Gallardo, los jóvenes científicos, los médicos, los ingenieros, será más poderosa que el pincel de Ramos, la pluma de Prieto y el delicioso holgorio de la plebe. El crecimiento económico traía también pérdidas irremediables. Para los científicos y tecnócratas porfiristas, la ciencia y el positivismo eran poderosas armas para pensar que el agua, más que dar placer, debía evitar la enfermedad y contribuir al desarrollo. Con esto se abren las puertas para aniquilar los lagos y transformar el paisaje.pero" no sólo el ambiente natural y la estética del valle se transformaron, sino que el ámbito institucional también. Para poner en circulación una mayor cantidad de agua era necesario quitarle poder a las autoridades locales y centralizar el recurso en el gobierno federal. Esto se hizo desde 1888 y culminó con la ley federal de aguas de 1910, mediante la cual los particulares sólo podían tener acceso al recurso a través de una concesión federal. Con esto la propiedad privada del agua desaparecía, como también las autoridades locales. ¿Qué cambia con la revolución de 1911? Esto lo comentaremos en seguida.