Era de la información o sociedad del conocimiento, así se habla de nuestra época en que el conocimiento dirige la vida de la sociedad en todos sus aspectos; a su vez el conocimiento universal se difunde por vías rápidas y accesibles. Los recursos necesarios son idiomas y computación. En ésta clase utilizaremos el blog para abrir mayores posibilidades de enseñanza y aprendizaje

Geopiratería militar

Silvia Ribeiro

Gracias a las denuncias públicas de la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca (Unosjo), se ha puesto sobre la mesa el debate sobre las consecuencias del mapeo digital participativo que realizan equipos de geógrafos, antropólogos y otros, con comunidades locales, urbanas, rurales e indígenas en muchas partes del mundo.
Se trata de hacer mapas altamente detallados, con tecnología digital de punta, que usan el conocimiento de los habitantes sobre su ambiente, relaciones, historia, recursos –logrando resultados mucho más ricos, dinámicos y complejos de lo que podían obtener con agentes externos. La importancia de los saberes locales ya la tenían clara los conquistadores. Con las nuevas tecnologías, los mapas adquieren otras dimensiones, pero las intenciones son iguales. Por ejemplo, estos mapas son útiles para control de grupos disidentes, para afinar estrategias militares y de contrainsurgencia, y son una valiosa información para las multinacionales en la explotación de territorios y recursos de las comunidades.
Quienes hacen los mapas argumentan que favorecen a las comunidades, permitiéndoles una visión más detallada de su entorno. Argumento paralelo al de otros mapeadores, como los de variaciones genéticas –que para contento de las multinacionales farmacéuticas se reproducen por todo el mundo–, o los mapas de la biodiversidad que tan útiles han sido para las multinacionales de la biopiratería.
El caso ahora denunciado por la Unosjo –titulado México Indígena– es un proyecto de la Universidad de Kansas, la Sociedad Americana de Geógrafos, la Universidad de Carleton y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, con la empresa de tecnología militar Radiance Technologies, financiado por la Oficina de Estudios Militares Foráneos de Estados Unidos (FMSO, por sus siglas en inglés). Colaboraron oficinas de gobierno como la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CNDPI) y la Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat).
Han mapeado nueve comunidades de la Huasteca Potosina (Chuchupe, La Pila, La Lima, Las Armas, Cuatlamayan, Chimalaco, Tazaquil, Santa Cruz y Tancuime), siguieron en la Sierra Juárez de Oaxaca, con San Miguel Tiltepec y San Juan Yagila (se aproximaron también a Guelatao, Zoogochí y Yagavila), ya comenzaron en la Sierra Tarahumara. En Oaxaca, agregan en sus informes qué comunidades están vinculadas a la APPO y a los zapatistas.
La Unosjo denunció que los responsables del proyecto (dirigido por Peter Herlihy y J. Dobson), le entregaron informaciones parciales a las comunidades para conseguir su participación, como medir los impactos del proyecto de privatización de tierras Procede. Pero ocultaron que estaban financiados por una oficina de inteligencia militar de Estados Unidos (FMSO), parte de Fort Leavenworth. Este centro está dirigido por el general David Petraus, que comandó las tropas invasoras en la guerra de Iraq y pertenece al comando central militar de Estados Unidos (Centcom). Fort Leavenworth ha sido desde 1800 el centro de inteligencia militar para la conquista y control de las poblaciones indígenas en Estados Unidos.
El proyecto México Indígena no es único: es un prototipo de las Expediciones Bowman de la Sociedad Americana de Geógrafos. Según ésta, con la experiencia altamente exitosa de México Indígena, las expediciones siguen en las Antillas (desde Haití y República Dominicana, hasta las islas de las costas venezolanas), Colombia, Jordán y Kazajstán, todas con participación de la Oficina de Estudios Militares Foráneos, que por otra parte, ha realizado proyectos similares en Afganistán e Iraq. El encargado de la FMSO para el proyecto es Geoffrey Demarest, teniente coronel egresado de la Escuela de las Américas, que cuenta con numerosos documentos de estrategias para la contrainsurgencia y la arquitectura del control, defiende la propiedad privada de la tierra y demuestra la peligrosidad de los movimientos indígenas y de los pobres urbanos, entre otros.
Pese a esta conexión y la elección de regiones tan geopolíticamente sensibles para Estados Unidos, los geógrafos de México Indígena alegan que la FMSO es apenas un patrocinador como podrían haber sido tantos otros. Afirman que las comunidades dieron su consentimiento y que se han mostrado beneficios para las comunidades, por ejemplo, la definición de áreas para la venta de servicios ambientales (es decir, para la enajenación del manejo comunitario de su biodiversidad). San Miguel Tiltepec de Oaxaca respondió en conferencia de prensa que habían sido engañados al no recibir información de la intromisión militar-empresarial en su territorio, solicitando el retiro de los mapas de su comunidad del sitio electrónico del proyecto.
Esos mapas fueron retirados, pero no toda la información sobre esta comunidad y otras. Es imposible para la comunidad comprobar que esos mapas no han sido incorporados al acervo de la FMSO y de quienes lo hayan descargado anteriormente.
Es evidente que México Indígena y las Expediciones Bowman son parte de las actividades de inteligencia militar de las fuerzas armadas estadunidenses. Otros proyectos similares, aunque no reciban esta financiación o tengan conexión directa, pueden ser usados para los mismos fines. Es hora de terminar con la inocencia (si es que la tenían) de los que participan en estos mapeos.
*Investigadora del Grupo ETC

Los que se quieren comer al mundo 2

Silvia Riveiro. Segunda y Última. La Jornada, Sábado 20 de Diciembre de 2008, pag. 21

Según las cifras de ventas reportadas en 2008, las 10 empresas trasnacionales más grandes del planeta en cada rubro, controlan 67 por ciento del mercado de semillas comerciales bajo propiedad intelectual; 89 por ciento del mercado mundial de agroquímicos; 26 por ciento de la ventas directas al consumidor a nivel global; 55 por ciento del mercado farmacéutico, 63 por ciento de la farmacéutica veterinaria y 66 por ciento de la industria biotecnológica. En muchos casos, se repiten las mismas empresas en los diferentes sectores, o tienen acuerdos mutuos que les permiten control en su rubro y en las cadenas de rubros asociados. Sigue siendo el supermercado WalMart, la empresa más grande del mundo, siendo la número 26 entre las 100 economías más grandes del planeta, mucho mayor que el Producto Interno Bruto (PIB) de países enteros como Dinamarca, Portugal, Venezuela o Singapur.
También la disparidad de ingresos individuales en el mundo creció. La riqueza acumulada de los 1125 individuos más ricos del mundo (4.4 billones de dólares) es casi equivalente al PIB de Japón, segunda potencia económica mundial después de Estados Unidos. Esta cifra es mayor que los ingresos sumados de la mitad de la población adulta del planeta. 50 administradores de fondos financieros (hedge funds y equity funds), los grandes especuladores que provocaron la “crisis”, ganaron durante el 2007 un promedio de 588 millones de dólares, unas 19 mil veces más que el trabajador estadunidense promedio y unas 50 mil veces más que un trabajador latinoamericano medio. El director ejecutivo de la financiera Lehman Brothers, ahora en bancarrota, se embolsó 17 mil dólares por hora durante todo 2007 (datos de Institute for Policy Studies).
Resumiendo, una absurda minoría de empresas y unos cuantos multimillonarios que poseen sus acciones, controlan enormes porcentajes de las industrias y los mercados básicos para la sobrevivencia, como alimentación y salud.
Esto les permite una pesada injerencia sobre las políticas nacionales e internacionales, moldeando a su conveniencia las regulaciones y los modelos de producción y consumo que se aplican en los países, que a su vez son causantes de las mayores catástrofes alimentarias, ambientales y de salud.
Uno de los ejemplos más trágicos de esta injerencia es la privatización y conversión del sistema agroalimentario, hasta hace pocas décadas descentralizado y basado mayoritariamente en semillas de libre acceso, agua, tierra, sol y trabajo humano, para convertirlo en una máquina industrial petrolizada, que exige grandes inversiones, maquinarias caras, devastadoras cantidades de agroquímicos (mejor llamados agrotóxicos) y semillas patentadas controladas por unas pocas empresas. Aunque se produjeron mayores cantidades de algunos granos, no solucionó el hambre en el mundo tal como prometían, sino que aumentó. El saldo de erosión de suelos y biodiversidad agrícola y pecuaria, junto a la contaminación químico-tóxica de aguas, no tiene precedente en la historia de la humanidad. Todo acompañado, por si fuera poco, por una creciente crisis de salud humana y animal (que también es negocio para las mismas empresas).
El paradigma más significativo de esta “involución verde”, son los transgénicos, semillas patentadas adictas a los químicos de las empresas, promovidas como panacea para resolver los actuales problemas de hambre que el propio modelo creó. Otro ingrediente del mismo modelo, es el altísimo requerimiento de fertilizantes, que por su nombre parecería menos dañino que el resto de los agrotóxicos. Pero el uso de fertilizantes industriales, en lugar del equilibrio de nutrientes naturales de los modelos anteriores de agricultura, también provoca adicción y dependencia y está en manos de un cerrado oligopolio trasnacional. Tal como el petróleo, se basa en el uso de productos finitos y no renovables: según datos de PotashCorp, la primera empresa global de fertilizantes, las reservas de fósforo, ingrediente fundamental de los fertilizantes, disminuyen a ritmo acelerado. Globalmente, el consumo industrial de fertilizantes aumentó 31 por ciento entre 1996 y 2008, debido al incremento de la ganadería industrial y la producción de agrocombustibles. Y con las crisis, el precio se disparó más de 650 por ciento entre enero de 2007 y agosto del 2008. No es extraño que Mosaic, la tercera empresa de fertilizantes a nivel global (55 por ciento propiedad de Cargill) aumentara sus ganancias más de 1000 por ciento en ese periodo.
Urge el cuestionamiento profundo del modelo de agroalimentación industrial y corporativo, incluyendo la crítica radical a los que en nombre de las crisis alimentarias y climáticas quieren imponernos más del mismo modelo con transgénicos y agrocombustibles. Las soluciones reales ya existen y son diametralmente opuestas: soberanía alimentaria, como propone La Vía Campesina, a partir de economías agrícolas descentralizadas, diversas, libres de patentes, basadas en el conocimiento y las culturas campesinas, que son quienes por más de diez mil años han probado su capacidad de alimentar a la humanidad.
Basado en el informe del Grupo ETC De quién es la naturaleza, http://www.etcgroup.org/

los que se quieren comer al mundo 1

La Jornada
Silvia Riveiro
Inmersos en una enorme crisis del capitalismo, madre de muchas crisis convergentes, se rescata con dinero público a las más grandes empresas privadas del planeta, mientras siguen aumentando los pobres y hambrientos y el caos climático. Según el economista Andrés Barreda, estamos en una crisis de brutal sobreacumulación capitalista: gigantesco vómito de quienes creyeron que se podían tragar el mundo, pero no pudieron digerirlo.
Largamente acuñadas, las crisis actuales tienen un contexto de concentración creciente del poder corporativo, apropiación de recursos naturales y desregulación o leyes en favor de empresas y especuladores financieros, que ha aumentado sin pausa en las últimas décadas. En 2003, el valor global de fusiones y adquisiciones fue un millón 300 mil millones de dólares (1.3 billones). En 2007 llegó a 4 mil 48 billones. En la industria alimentaria, el valor de las fusiones y compras entre empresas se duplicó de 2005 a 2007, llegando a 200 mil millones de dólares. La debacle financiera terminó con algunas de ellas, favoreciendo oligopolios aún más cerrados.
¿Qué significa esto para la gente común? El informe del Grupo ETC De quién es la naturaleza (http://www.etcgroup.org/) ofrece un análisis en el contexto histórico de la concentración corporativa de sectores clave en las últimas tres décadas. Desde entonces, el Grupo ETC ha seguido las maniobras de mercado de las autodenominadas “industrias de la vida”, (biotecnología en agricultura, alimentación y farmacéutica). En el nuevo informe, se agregan las empresas detrás de la convergencia de biotecnología con nanotecnología y biología sintética, que promueven nuevas generaciones de agrocombustibles y más allá: intentan generar una economía pospetrolera basada en el uso de carbohidratos y vida artificial.
El sector agroalimentario sigue siendo uno de los ejemplos más devastadores, por ser un rubro esencial: nadie puede vivir sin comer. Es, además, el mayor “mercado” del mundo. Por ambas razones, las trasnacionales se lanzaron agresivamente a controlarlo. En las últimas 3-4 décadas, pasó de estar altamente descentralizado, fundamentalmente en manos de pequeños agricultores y mercados locales y nacionales, a ser uno de los sectores industriales globales con mayor concentración corporativa. Para ello fue necesario un cambio radical en las formas de producción y comercio de alimentos. Gracias a los tratados de “libre” comercio, la agricultura y los alimentos se transformaron de más en más en mercancías de exportación en un mercado global controlado por una veintena de trasnacionales.
Según un informe de la FAO sobre mercados de productos básicos, a principios de la década de 1960, los países del sur global tenían un excedente comercial agrícola cercano a 7 mil millones de dólares anuales. Para fines de los 80 el excedente había desaparecido. Hoy todos los países de sur son importadores netos de alimentos.
En la década de 1960, casi la totalidad de las semillas estaban en manos de agricultores o instituciones públicas. Hoy, 82 por ciento del mercado comercial de semillas está bajo propiedad intelectual y 10 empresas controlan 67 por ciento de ese rubro. Estas grandes semilleras (Monsanto, Syngenta, DuPont, Bayer, etcétera) son además propiedad de fabricantes de agrotóxicos, rubro en el cual las 10 mayores empresas controlan 89 por ciento del mercado global. Que a su vez están representadas entre las 10 más grandes en farmacéutica veterinaria, que controlan 63 por ciento del rubro.
Los 10 mayores procesadores de alimentos (Nestlé, PepsiCo, Kraft Foods, CocaCola, Unilever, Tyson Foods, Cargill, Mars, ADM, Danone) controlan 26 por ciento del mercado, y 100 cadenas de ventas directas al consumidor controlan 40 por ciento del mercado global. Parece “poco” en comparación, pero son volúmenes de venta inmensamente mayores. En 2002, las ventas globales de semillas y agroquímicos fueron de 29 mil millones de dólares; las de procesadores de alimentos, 259 mil millones, y las de cadenas de ventas al consumidor, 501 mil millones. En 2007, esos tres sectores aumentaron respectivamente a 49 mil millones; 339 mil millones y 720 mil millones de dólares. De las semillas al supermercado, las trasnacionales dictan o pretenden dictar qué plantar, cómo comerlo y dónde comprarlo. Frente a las crisis nos recetan más de lo mismo: más industrialización, más químicos, más transgénicos y otras tecnologías de alto riesgo, y más libre comercio. No es extraño, ya que todas están entre los que más han lucrado con el aumento de precios y hambrunas: obtuvieron ganancias que van hasta 108 por ciento más que en años anteriores. Pero pese a que pretenden controlar todo, mil 200 millones de campesinos siguen teniendo sus propias semillas, y aunque Wal Mart sea la empresa más grande del mundo, 85 por ciento de la producción global de alimentos se consume cerca de donde se siembra –la mayoría en el mercado informal.*investigadora del Grupo ETC
Conceptos Centrales en el Análisis Social.

1.- Orígen de la Sociología
Desde la antiguedad, en Grecia y Roma han existido especulaciones sobre la sociedad, pero se trata de reflexiones filosóficas o teológicas y no propiamente sociales; ello se debe a la verticalidad de la sociedad esclavista feudal, donde las normas y la concepción de la sociedad y de la vida eran impuestas por las clases domonantes. Por parte de las clases oprimidas no había respuestas conscientes y fundamentadas, menos aun organizadas.
Es en el seno de la sociedad feudal, donde los hombres que dan impulso a actividades productivas y comerciales se configuran como una clase diferente a los campesinos, los sacerdotes y la nobleza terrateniente, era la naciente burguesía. Durante más de dos siglos impulsó negocios diversos que generaban riqueza en beneficio propio y de la monarquía por los impuestos que ésta recibía. por otra parte, en congruencia con las tradiciones intelectuales europeas, florecía el pensamiento reflexivo y crítico sobre los derechos desiguales que prevalecían entre los diversos sectores que componían la sociedad. El poder político se concentraba en el monarca y la alta jerarquía eclesiástica. Aquí radica el orígen de la revolución en Inglaterra en 1688 y en Francia en 1789.
En Francia la revolución fue radical, violenta y con un fuerte contenido ideológico, heredado de la ilustración; a la grán revoluciónle siguieron otros movimientos, ahora de trabajadores por que la burguesía ya se había hecho con el poder político además del económico-
La clase trabajadora de las ciudades no había recibido beneficios derivados de la revolución de 1789 y si padecía la explotación que le imponía la revolución industrial en manos de burguesía-
En lo que a aspectos culturales corresponde, nuevas interpretaciones de la realidad se daban debido a la forma en que se impulasaba el conocimiento científico, la experimentación.
Esto es, había en la sociedad francesa un ambiente de revolución en la ciencia, en la tecnología y en la sociedad. Aquí surge la Sociología, su creador, Augusto Comte, de ideas conservadoras, miraba con recelo ese ambiente cargado de inquietud y con tendencia a la rebelión.Se plantea el conocimiento de la dinámica social con fines de imponerle controles. Con pretención de encontrar leyes que rijan a la sociedad,parecidas a las que rigen a la naturaleza, le llama a su nueva ciencia Física Social o Sociología.
Augusto Comte explica que la hmanidad ha tenido diferentes interpretaciones del mundo, primero fue una interpretación mítica y metafísica, se trataba de una interpretación

Recesión en EU pega a exportaciones, consumo y empleo en México: BdeM

Julio Reyna Quiroz

El Banco de México (BdeM) advirtió este viernes que los más recientes informes sobre exportaciones, consumo privado y empleo reflejan el embate de la recesión estadunidense sobre la economía mexicana, apuntó que “es claro que los riesgos a la baja de la actividad económica se han acrecentado”, y anticipó un mayor incremento de los precios al consumidor en los últimos meses de este año.
Pese a esto el banco central decidió mantener en 8.25 por ciento la tasa de interés primaria, sobre la cual se establece el precio del crédito bancario, y estimó previsible cumplir las proyecciones sobre la inflación al finalizar el año.
La recesión que ya se advierte en Estados Unidos, principal socio comercial de México, “está impactando negativamente sobre la actividad económica” del país, como lo sugieren los datos más recientes sobre exportaciones, consumo privado y empleo, indicó la junta de gobierno del BdeM en su anuncio de política monetaria.
“Es claro que los riesgos a la baja de la actividad económica se han acrecentado”, indicó el banco central.
Dijo además que la volatilidad en los mercados financieros mundiales continúa en “niveles extremadamente altos”, pese a los esfuerzos de los gobiernos para restablecer la confianza en las instituciones financieras y reactivar los mercados crediticios.
“El impacto sobre las economías emergentes (entre las que figura la de México) ha sido particularmente intenso. Por otra parte, los temores sobre la inflación han disminuido ante la fuerte caída en el precio de las materias primas”, consideró el banco central.
Sobre la inflación, anticipó un alza para lo que resta del año dado que los precios finales de algunos productos ya incluyen los aumentos en los costos de producción, y a que se ha eliminado gradualmente los subsidios de los energéticos”. De cualquier manera, precisó, “es previsible que se cumpla la proyección realizada”.
A la par de las consideraciones del BdeM, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reportó una caída en la producción industrial de 1.6 por ciento en agosto por cuarto mes consecutivo. La contracción duplicó el descenso esperado por los analistas, que estimaron una caída de 0.8 por ciento.
En particular la industria manufacturera registró una baja anual de 2.1 por ciento, mientras el rubro de construcción mostró una disminución de 1.9 por ciento, dijo el Inegi.
La caída en la manufactura es el resultado de una menor producción, principalmente, de productos metálicos, en la industria química, en prendas de vestir, y en fabricación de equipos de generación eléctrica y aparatos y accesorios eléctricos, explicó el Inegi.
También hay repercusiones en la industria de la construcción
La industria de la construcción, uno de los rubros a los que el gobierno federal apuesta para mitigar los efectos de la recesión estadunidense en el empleo, se redujo 1.9 por ciento en agosto frente al mismo mes de 2007, principalmente en la edificación de viviendas, naves y plantas industriales o inmuebles comerciales, institucionales y de servicios.
El organismo especificó que la construcción, relacionada con la ingeniería civil y los trabajos especializados, tales como cimentaciones o montaje de estructuras prefabricadas, tuvo poco impacto en la baja en el indicador.
No obstante, el Inegi dijo que lo anterior se reflejó en una baja demanda de materias como cables de conducción eléctrica, cemento, postes de hierro y acero, pinturas y componentes eléctricos, entre otros.
Añadió que la industria minera también observó una baja de 0.8 por ciento debido al descenso de 2 puntos porcentuales de la producción petrolera, en tanto que la no petrolera creció 5.5 por ciento en agosto anterior.

La hora del Banco del Sur

Emir Sader
La Unasur (1) debería convocar de inmediato a una reunión de carácter extraordinario para discutir de qué forma los países del continente deben reaccionar de cara a la crisis internacional. No hay otra posibilidad que no sea la de profundizar los procesos de integración, para disminuir la fragilidad y los riesgos de la región frente a la crisis instalada en el centro del capitalismo y que pretende hacer que los pobres de cada país y las naciones periféricas al sistema paguen el precio de los remedios para caballo que los gobiernos centrales han puesto en práctica.
Una serie de supuestos, consensuados, requieren que nuestro continente fortalezca sus mecanismos de defensa ante la crisis internacional. La misma está caracterizada claramente como el resultado de la parranda especulativa de los países centrales del sistema, en particular Estados Unidos. La desregulación financiera es la fuente de esa gigantesca burbuja especulativa. Desregulando –según las fórmulas del Fondo Monetario Internacional (FMI), de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y del Banco Mundial (BM)– se promovió rápidamente la hegemonía del capital financiero, bajo su forma especulativa, al propio tiempo que se propició la libre circulación de capitales.
Los resultados saltan a la vista: los países que participan de los procesos de integración regional en América Latina están menos expuestos a la crisis porque incrementaron el comercio y los intercambios entre sí, porque diversificaron sus relaciones internacionales. En el presente se trata de dar nuevos pasos para no quedar como víctimas pasivas de la crisis.
Llegó la hora de acelerar la profundización del proceso de integración. Es momento de avanzar en la construcción del Banco del Sur, con dirección a la creación de una moneda regional común, de un banco central único, de arbitrar mecanismos de control a la circulación del capital financiero, de protección de los mercados internos, de marchar hacia políticas económicas conjuntas, de desarrollar proyectos de integración industrial y tecnológica, de elaborar un plan de desarrollo para el área. Ésa debe ser la respuesta latinoamericana a la crisis, con fortalecimiento de los mecanismos de integración –diversificando sus relaciones internacionales–, de desarrollo de los mercados internos de consumo, acentuando la coordinación de los sistemas bancarios y financieros de los países de la Unasur.
Los países capitalistas centrales, responsables por la exportación de las políticas de libre comercio y de libre circulación de capitales, desean comprometernos en sus soluciones, que consisten únicamente en inyectar grandes cantidades de dinero al mercado para rescatar un sistema fallido, sin introducir modificaciones fundamentales en las políticas que llevaron a la gigantesca crisis actual. Debemos tener nuestras propias respuestas que, en el campo internacional, tienen que proponer formas de regulación a la circulación del capital financiero –de la forma como la ATTAC (2) lo expresa, como un impuesto ciudadano destinado a políticas sociales–, de control estatal sobre ese sistema, de penalización a los responsables de los procesos especulativos que condujeron a la presente situación.
Sin embargo, nada sustituirá nuestras alternativas que, coherentes con lo que ha sido regionalmente el proceso de integración, deben hacer de éste nuestra forma de defensa y de acción autónoma frente a un sistema financiero internacional fracasado. Avanzar en la construcción de un mundo política y económicamente multipolar en estas circunstancias es dar pasos hacia la construcción del Banco del Sur, con reservas propias, moneda común y banco central único. Es momento de resguardar nuestros depósitos –en peligro en los bancos del norte–: es hora de que ellos financien directamente nuestro desarrollo, controlados por nosotros. Hay que avanzar al mismo tiempo en todas las formas de integración del desarrollo regional.
De no ser así, seremos víctimas –una vez más– de las soluciones de los responsables de la crisis, que tratan de socializar los perjuicios de un sistema basado en la privatización de las ganancias. Ha quedado claro que no se puede tener confianza alguna en los supuestos del sistema financiero internacional fundado en la llamada “libre circulación de capitales”. Es la hora del Banco del Sur, la de profundizar y consolidar los mecanismos de integración regional, la de impedir que nos exporten crisis y de hacer prevalecer el desarrollo zonal de entre las ruinas del neoliberalismo y la hegemonía imperial estadunidense.

Estados Unidos hoy

enrique calderón alzati

Sín logar a dudas, a lo largo del siglo XX Estados Unidos de América llegó a con­vertirse en la nación más rica y poderosa del planeta. Una especie de Roma moder­na. Ello fue posible por varias razones. La perfidia, la capacidad de destrucción, así como la visión y firmeza de algunos de sus líderes. Las amenazas y los sobornos no fueron ajenos a este predominio, pero hubo desde luego otros factores innegables.
Entre ellos, las dos guerras mundiales que estremecieron principalmente a Europa, como con­secuencia de odios y ambiciones originados desde tiempos antiguos que terminaron saciándose con los avances de la ciencia y la tecnología, y con 40 millones de muertos. En esas guerras, Estados Uni­dos jugó papeles complementarios, pero decisivos, con mucho que ganar y menos que perder que los demás actores de la confrontación.
Otro factor importante fue la caída y el des­membramiento de la Unión Soviética, a conse­cuencia de dos fenómenos sociales no previstos por Marx ni por Lenin en su momento: la corrup­ción y el burocratismo, dos primos hermanos. No es que el sistema capitalista no los tenga, sólo que su capacidad de vivir con ellos ha resultado más adaptable y resistente hasta ahora.
El tercer factor fue el avance mismo de la tec­nología, en particular de las tecnologías de la infor­mación, que le permitieron diseñar con éxito estra­tegias de dominación mucho más sólidas y sutiles que las respaldadas por sus misiles y sus fuerzas de ocupación, tanto visibles como encubiertas.
Como muchos otros países, Estados Unidos desarrolló un proyecto sólido de dominación mun­dial, que además de los aspectos bélicos incluyó la creación de instituciones financieras que le asegu­raran el dictado de sus políticas de explotación de las naciones más débiles, así como el aseguramien­to de alianzas con posibles rivales y actores que le permitieran acrecentar sus excedentes. Incluyó
también la creación y el control de organismos políticos de carácter hegemónico, como la ONU, la OEA y la OTAN, que le facilitaran la intervención en otras naciones de acuerdo con sus intereses, para consolidar sus posiciones.
En estos procesos Estados Unidos vio a Lati­noamérica como un territorio de su propiedad, con capacidad de proveerle mano de obra barata y de materias primas, desde petróleo, fibras, minerales y alimentos, hasta enervantes, así como un merca­do poco exigente para sus productos, cuando éstos no podían competir en otros mercados.
Sería injusto e incorrecto regatear el gran impulso científico, tecnológico, cultural e incluso social que los estadunidenses ofrecieron al mundo durante las últimas décadas del siglo XIX y todo el siglo XX, que incluyeron avances sin precedente en medicina y en biología; la recepción y el reco­nocimiento que dieron a científicos y técnicos de todo el mundo cuando fueron despreciados en sus propios países -inclusive los de Europa, de Asia, de América (en particular los de México)—; sus aportaciones a la literatura y a la música, así como la conformación de bibliotecas, universidades y centros de investigación en todos los campos, el desarrollo del cine, de la aviación y de nuevos esquemas de producción y de servicio que hoy son replicados alrededor del orbe.
Desafortunadamente, en paralelo con estos méritos, en su afán de dominio y de acumulación de riqueza, quienes dirigen este país, con el con-

sentimiento de sus ciudadanos, cometieron errores y desmanes sin límite; se asociaron con los perso­najes y las organizaciones más ruines del planeta y de sus diferentes regiones, crearon monstruos, sembraron destrucción y odios sin fin en su contra, hicieron de la especulación el deporte nacional e ignoraron incluso excesos en la utilización de recursos naturales y financieros que hoy han pues­to en riesgo la vida y la estabilidad del orbe.
Es este el escenario en el que se realizarán dentro de poco las elecciones de un nuevo gober­nante para los próximos años. La prensa y los medios de comunicación han hecho ver en este proceso la posibilidad de un gran cambio, simboli­zado por la presencia de un joven candidato de color, con una trayectoria política aparentemente limpia, que pretende erradicar mucho de lo sinies­tro que tiene el aparato político, económico y mili­tar del imperio. Al mismo tiempo, acontecimientos recientes del sistema financiero, que parece entrar en una crisis de dimensiones inéditas, lo hacen ya el indiscutible favorito electoral. ¿Qué significado puede tener todo esto para nuestro país en los pró­ximos meses y en los años venideros?
Para nuestros gobernantes la consabida res­puesta es que aquí todo está bien, que tenemos una gran fortaleza económica y que no pasará nada, como nada ha pasado, por ejemplo, desde que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o como sucedió con la destruc­ción de las Torres Gemelas en 2001. Siendo Méxi­co una de las dos naciones vecinas directas de Estados Unidos y tomando en cuenta los escena­rios geopolíticos actuales, así como la historia misma de nuestra relación con ese país, la cual incluye invasiones, imposiciones, saqueos, amena­zas, intercambios y la brutal dependencia económi­ca reflejada en más de 15 millones de mexicanos que radican allá, debemos analizar las cosas con cuidado; a ello me propongo dedicar mis próximos artículos. •

Ni Hayek ni Keynes, hoy más que nunca Marx

marcos roítman rosenmann

ivimos tiempos de incertidumbre. Quie­nes valoran la extensión de la crisis del capitalismo son los movimientos alternati­vos, sus gestores y causantes. Los diag­nósticos y proyecciones sobre la globali-zación neoliberal lanzados hace 20 años por los movi­mientos antiglobalización o antisistémicos han dado en la diana. Las políticas de privatización, apertura comer­cial, financiera y flexibilidad laboral escondían un enorme grado de explotación y especulación. El resul­tado sería inevitablemente el colapso general del plane­ta. Nada hacía presagiar otro sendero. Sin embargo, resulta extraño que los economistas neoliberales se queden perplejos y apunten a pecados bíblicos como la tacañería y la avaricia para explicar la crisis. ¿Acaso piensan en otra racionalidad del capitalismo? Su incul­tura parece situarse en las mismas cotas que la crisis. Son de hondo calado. De nada les ha servido obtener master o doctorados en Chicago o la fundación Herita-ge. Lo recomendable hubiese sidq darles a leer los cuentos de Charles Dickens y poner sobre su mesa los estudios históricos de Sombart relacionando el burgués con la propensión al lujo y el origen del capitalismo. Pero la mala memoria de los actuales tecnócratas de las finanzas coincide con la derrota de su doctrina del libre mercado. No les gusta reconocer que el derroche es parte de la mentalidad plutocrática de la evolución del capitalismo. No hay banquero que no haga ostentación de su riqueza en forma de yates, coches de lujo, organi­ce viajes de placer, comidas opíparas, orgías, adquiera ropas de marca, participe de prostitución de alto cope­te, y se vanaglorie de comprar y vender obras de arte. De otra manera no serían capitalistas. El robo y la pira­tería es consustancial a los orígenes del capitalismo y precede la globalización neoliberal. Baste recorrer las calles de Florencia o de Venecia para saber de qué hablamos. Los Medici y los Sforza. Palacios y riquezas en diferentes arquetipos muestran su poder y el de sus repúblicas. Sorokin lo ejemplarizó con una metáfora. El capitalismo no puede vivir en una sociedad de credo comunista, se debe al lujo. El capitalismo no tiene sali­da al margen de sus parámetros de consumo y de orga­nización económica. Requiere tragar, engullir, es vio­lento y necesita un mayor grado de fuerza bruta para
apuntalarse. Se mantiene gracias a la eficiente acción de las clases dominantes y de las élites económicas, verdaderas consoladoras del Estado y de sus aparatos de dominación política. Hipótesis comprobable si vemos el itinerario que se pretende seguir al "donar" millones de dólares o euros a quienes han provocado la mayor crisis social y económica hasta ahora conocida debido a su falta de escrúpulos para obtener un plus y engordar sus cuentas corrientes a costa del contribu­yente. No podía ser de otra manera.
Marx tenía razón. Cuando los gobiernos conserva­dores y neoliberales se prestan a rejuvenecer el sistema financiero por medio de un intervencionismo estatal se refuerza el carácter de clase del Estado. Es el capitalis­ta global el que está representado en su forma equiva­lente general. En momentos de necesidad emerge su esencia. Inyectar millones y millones de dólares o euros para evitar una catástrofe financiera o una caída espec­tacular de los valores bursátiles, supone orientar políti­camente las decisiones. Pero igualmente, conlleva sal­var a los grandes empresarios y las trasnacionales. El horizonte es reflotar el sistema. No se busca una crítica sobre las causas que han motivado llegar hasta aquí. No se preguntan sobre los orígenes de un orden social fun­dado en la expoliación de los recursos naturales, en la degradación del medio ambiente, y en una continuada y constante pérdida de derechos sociales, políticos y económicos de las grandes mayorías. Es decir, no se trata de dar un giro de 180 grados. La respuesta a la cri­sis consiste en velar su causa, la irracionalidad de la explotación del hombre por el hombre y del hombre

hacia la naturaleza. En ocultar el beneficio de las empresas trasnacionales, dueñas de las tecnologías y las patentes capaces, primero, de crear hambrunas en continentes enteros y, después, de llevar a la muerte a miles de niños obteniendo pingües beneficios para aumentar rendimientos en condiciones de monopolio. Empresas patrocinadoras de guerras espurias, de venta de armas, de trabajo infantil y de inmigración ilegal. Factores que coadyuvan para abaratar costes de pro­ducción y aumentar su control sobre gobernantes corruptos y dóciles.
No nos llamemos a engaños. Insuflar dinero a los grandes bancos y salir en defensa de sus consejeros y altos cargos es parte de una estrategia pendular. Cuando no resulta oportuno tejer con Hayek, se teje con Keynes. Unas veces desde la oferta y otras desde la demanda. Tanto monta, monta tanto. En cualquier caso, el resulta­do es el mismo. La relación capital-trabajo se asienta sobre la expropiación del excedente económico produ­cido por el trabajador en condiciones de apropiación pri­vada. Así, quienes pagan los platos rotos de esta estrate­gia son los de siempre. Las clases explotadas y oprimi­das del campo y la ciudad. Salvar el orden económico, sin modificar su estructura y su organización, conlleva un aumento de la desigualdad social y la explotación. Pero el discurso de la cohesión social recubre esta opción bajo el eufemismo de apoyar una estrategia de aumentar prestaciones a los más débiles. Políticas para los desamparados y los pobres de solemnidad. Así, se soslayan las indemnizaciones millonarias a los ejecuti­vos de los bancos y las empresas trasnacionales cuyos contratos blindados se gestionaron con anterioridad. Los impuestos de todos irán a los bolsillos de unos pocos y servirán para pagar una buenas vacaciones y aligerar el estrés de su ineficaz gestión. Ninguno pasará por la cár­cel, previo juicio. Tampoco se verá sometido al escarnio público ni se avergonzará. Seguirán en sus trece, para ellos, nada ha fallado; esperarán agazapados la siguien­te oportunidad. Su relato será simple: han sido unos pocos inescrupulosos los causantes del desastre. Las aguas deben volver a su cauce. El capitalismo retomará su rumbo y otra vez se podrá robar a manos llenas. Por este camino el planeta desaparecerá. Ni Hayek ni Key­nes, hoy más que nunca Marx. •

La UNAM hoy

UNAM:
RECONOCIMIENTO Y NECESIDADES
Por quinto año consecutivo, la Uni­versidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se ubicó dentro de las mejores 200 universidades del planeta, de acuerdo con el listado que ela­bora anualmente el suplemento especiali­zado The Times Higher Education Supple-ment. Así, la máxima casa de estudios del país se coloca en el lugar 150 -el primero de Iberoamérica-, por encima de importan­tes universidades del llamado primer mundo como la de Amsterdam, en Holanda; las de Florida y Notre Dame, en Estados Unidos; la Queen Mary, en Inglaterra, y la de Kobe, en Japón.
La posición obtenida esta vez por la UNAM en la clasificación reviste especial mérito -la institución logró recuperar en tan sólo un año más de 40 posiciones con res­pecto a 2007, cuando fueron modificados los criterios de evaluación— y viene a confirmar a escala internacional el valor que esa casa de estudios posee en el ámbito interno: además de formar a millones de profesionistas, la máxima casa de estudios realiza aportes in-valuables a la vida nacional; posee una im­portante presencia, prestigio y fuerza moral en el país, y funge como formadora de pro­minentes cuadros en los ámbitos científico.
académico, cultural, humanístico, político, periodístico y empresarial.
Es pertinente, pues, ponderar el valor de este reconocimiento a la universidad, sobre todo en un momento en el que, como conse­cuencia de los descalabros sufridos reciente­mente por la economía mundial y de la acti­tud irresponsable e incauta de las autoridades federales, la Cámara de Diputados ha pedido al Ejecutivo federal la relaboración del Pre­supuesto de Egresos de la Federación 2009.
De acuerdo con el presidente del Senado, Gustavo Madero, la nueva propuesta de pa­quete económico pudiera sufrir recortes equivalentes a 50 mil millones de pesos, y no resulta descabellado suponer que los rubros castigados pudieran ser, precisamente, aque­llos que constituyen las fuentes de recursos de la máxima casa de estudios: educación su- • perior, educación media superior, posgrados y cultura. Tal perspectiva tendería a agravar la situación presupuestaria que enfrenta la UNAM, de por sí castigada en el paquete presupuestario enviado hace un mes por el gobierno calderonista a San Lázaro, situa­ción que inclusive orilló al rector José Narro a-solicitar, ante la Cámara de Diputados, un monto adicional de 950 millones de pesos.
El gobierno eaWeronista ha demostrado
que, al margen de los discursos y de las ac­ciones cosméticas, la educación pública no-es una de sus prioridades: así lo apunta la alianza política de jacto que mantiene con la cúpula que controla el magisterio -y cuya co-; rrupción y patrimonialismo son lastres fun-j damentales para el desarrollo de la enseñanza pública-, y la implementación de políticas como la Alianza por la Calidad de la Educa-^ cióh, que atenta contra la certidumbre laboral de la planta docente nacional, propicia situa­ciones conflictivas como la que se vive en Morelos, y genera muestras de repudio enj todo el país. 1 Ante tal circunstancia, recae en los legis- '•• ladores la responsabilidad de evitar que se dé un recorte al gasto de la educación pública en general, y de la UNAM en particular. Cabe esperar, en suma, que éstos actúen con sen­satez y visión de país, y que no sólo atiendan la petición lanzada el pasado jueves por el académico Miguel León Portilla ("que se re­corte de donde sea, pero nunca a la educa­ción"), sino que procuren, además, destinar a la máxima casa de estudios una partida pre­supuestaria que corresponda con sus logros a escala nacional e internacional, y darle, con ello, la importancia y el reconocimiento que se merece.

Sobre Cultura

Libro Fundamentos de Sociología.
Coord. Félix Ortega
Ed. Síntesis, Madrid España, año 1996


NATURALEZA Y ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD

José Castillo Castillo
En términos de Alex Inkeles -un tanto excesivos-, el gran invento del hombre es no tener que inventar, es haber descubierto el modo de

«transmitir de una generación a otra, intactos e inmutables, los conocimientos bási­cos de hacer las cosas. Los hijos se conciben y se educan, las casas se construyen, el pez se pesca y se mata a los enemigos de manera muy similar por la mayoría de los miem­bros de una sociedad; y estas pautas de conducta persisten por largos períodos de tiem­po... Gracias a ello, cada generación no tiene que volver a descubrir lo que la generación precedente ya había aprendido. De este modo, no sólo se preserva el conocimiento, sino que se ponen las bases para la vida social... Puesto que todos los que componen una ge­neración reciben de la generación anterior más o menos la misma herencia social, pue­den con mayor facilidad relacionarse los unos con los otros y coordinar sus conductas más eficazmente» (A. Inkeles, 1965: 66).

Así, pues, esta herencia social, que toma el nombre de cultura, es el mecanismo que en el hombre sustituye con ventaja a los instintos del animal. La compleja vida de la abeja en la colmena, la emigración anual de la cigüeña, el afanoso tráfico de la hor­miga constituyen pautas heredadas de conducta que surgen sin vacilación en el mo­mento requerido: se transmiten con el acervo genético del animal, no estando sujetas a modificación significativa por parte de la experiencia. En este sentido fundamental, ia especie humana no tiene parangón con ninguna otra especie. Ciertamente, nuestro organismo dispone de instintos, pero éstos no actúan con el pormenor y determina­ción con el que suelen hacerlo en el caso de los animales subhumanos: al obrar sobre el hombre, por lo común lo hacen de un modo abierto y flexible, señalando meras in­clinaciones generales de conducta (M. Midgley, 1980: 52-53). Probablemente nuestra dotación genética -como sostiene Anthony Giddens- sólo condicione las potenciali­dades y límites de nuestras acciones, no el contenido real de lo que hacemos (A. Gid­dens, 1991: 36). De aquí que, ante esta falta de definición de las propensiones instinti­vas, sea el sistema cultural el encargado de llenar cumplidamente de contenidos concretos, múltiples y variados, la vida del ser humano. La solución que aporta la especie humana, constituida en sociedad, al problema de la pervivencia de la especie es, en fin, original y trascendente. En la simultánea consistencia y maleabilidad de la cul­tura, descansa la naturaleza innovadora de la condición humana: no debemos infrava­lorar -observa Jonathan H. Turner- el poder de los símbolos culturales en dictar nuestras percepciones, nuestros sentimientos y nuestras conductas; pero tampoco de­bemos sobrestimar su poder. Somos los humanos quienes los creamos, como también quienes los recreamos modificando nuestras relaciones con los demás, reorganizando nuestros mundos sociales, o adaptándonos a nuevas condiciones ambientales (J. H. Turner, 1994: 34-35).

2.1. Concepto de cultura

Para Ralph Linton, cultura es "la configuración de la conducta aprendida y de los resultados de la conducta, cuyos elementos comparten y transmiten los miembros de una sociedad" (R. Linton, 1982: 45). Es, pues, lo que resulta de la actividad social del hombre, cualquiera que sea el aprecio que se tenga por la misma, sin que a estos efec­tos quepa distinguir entre conductas excelsas o ruines, elevadas o bajas, morales o in­morales; de tal manera que, bajo el concepto de cultura en su significación sociológica -contrapuesta a su significado común-, tienen igual cabida -pongo por caso- tanto la refinada técnica requerida para tocar el violín como la habilidad manual apenas sufi­ciente para la limpieza del calzado. En consecuencia, como sostiene Linton,

«... para el sociólogo no existen sociedades ni individuos que carezcan de cultura. Toda sociedad posee una cultura, por muy sencilla que sea, y todo ser humano es culto en el sentido de que es portador de una u otra cultura» (R. Linton, 1982: 44).

Así mismo, toda cultura constituye una configuración en tanto que los elementos que la integran no obran independientemente los unos de los otros, sino que compo­nen un todo organizado, resultado de las múltiples y variadas relaciones establecidas entre ellos; en este sentido, se habla de una cultura española o de una cultura france­sa, en la medida en que ambas forman entidades separadas, identificables por el con­junto de rasgos que las definen específicamente. Es, además, conducta aprendida, en la misma medida en que no es conducta instintiva o determinada biológicamente, aunque tenga su origen en necesidades naturales; sino que es resultado de la expe­riencia y del trato con los demás, tal y como sucede con el acto de comer, que, si bien surge de la necesidad fisiológica de nutrirse, se satisface de las maneras más diversas de acuerdo con los hábitos alimentarios aprendidos en la convivencia social (R. Lin­ton, 1982: 46). Es conducta compartida en cuanto que no es conducta idiosincrásica, propia de un sólo individuo, sino que es conducta común -puede que desde distintas e incluso encontradas posiciones- a un conjunto más o menos amplio de personas. No hay lenguaje posible, por ejemplo, si sus claves no son conocidas por más de un miem­bro del grupo. En este sentido, hay rasgos culturales universales -como los de la ma­yoría de las señales de tráfico, o el lenguaje de la música-, al igual que los hay que no trascienden del limitado círculo de unas pocas personas -así, la palabra cuyo significa­do íntimo sólo conoce la pareja de enamorados-. Es conducta transmitida, ya que no es creada ex novo por cada generación, sino que representa el legado social que se re­cibe del pasado. En toda cultura, en mayor o menor grado, hay continuidad entre las sucesivas generaciones, como ocurre con muchas normas y valores vigentes en nuestro mundo de ahora, que proceden de la más remota antigüedad: gran parte del códi­go moral y del repertorio de principios democráticos del Occidente actual proceden de la Grecia clásica. La cultura es un concepto y, por tanto, abstracta. Se refiere al comportamiento humano y a los objetos que rodean al hombre, pero no es ni dicho comportamiento ni tales objetos. No es el comportamiento humano, porque éste tiene parte cultural y parte idiosincrásica. Tampoco lo son los objetos porque éstos, abstraí­da la cultura, son materia sin sentido. La cultura es la que define su uso, su contenido: para que el perro de raza se convirtiera en animal de compañía y abandonara su tradi­cional cometido de perro guardián o de caza ha sido necesaria su previa definición co­mo mascota por la sociedad de consumo. Por último, la cultura es un concepto que se atribuye, bien a la sociedad global o bien a partes de la misma, como una región, un grupo de edad, un cuerpo profesional, una clase social, etcétera. En el segundo caso, se suele hablar de subculturas. Lo que tiene su importancia, pues la coexistencia de una pluralidad de subculturas es fuente potencial de conflictos al sustentar cada una intereses, creencias y valores diversos. Aunque, como afirma J. H. Turner, no sólo las distintas partes de la sociedad global, sino los propios componentes culturales pueden mostrar inconsistencias y contradicciones; lo que, más tarde o más temprano, genera en la gente poderosos deseos de transformar la sociedad: ".. fuertes contradicciones en valores, creencias, y normas son origen de desasosiego e inquietud tanto personal como social. Son fuente de cambio y reorganización de la sociedad" (J. H. Turner, 1994: 45).

La cultura, en suma, no consiste únicamente en un todo en el que solamente rei­nen orden y armonía.

2.1.1. Elementos de la cultura

En la cultura de cualquier pueblo o comunidad, cabe distinguir varios elementos: cognoscitivos, afectivos y normativos.

a) Elementos cognoscitivos
Toda sociedad posee un conjunto de conocimientos indispensables para su supervi­vencia. Están constituidos por definiciones culturales que nos informan acerca de la na­turaleza del mundo que nos rodea así como de la de los hombres que lo pueblan. Tales conocimientos pueden ser tan imprecisos como los del saber común o tan precisos y sis­temáticos como los de la ciencia. En todo caso le dicen al hombre cómo son las cosas y cómo somos nosotros y nuestros prójimos: la tierra es plana, la tierra es redonda, el sol gira alrededor de la tierra, el hombre tiene alma, Dios existe, Dios ha muerto, el tabaco causa el cáncer de pulmón, la inteligencia se hereda. Algunas de estas ideas o creencias se conforman a la realidad, otras no. Algunas son verificables empíricamente, otras no lo son. Sea cual sea el caso, lo importante es que los miembros de la sociedad en cues­tión actúan de acuerdo con dichas ideas, como si de hecho fueran verdaderas.

b) Elementos afectivos
Son definiciones culturales que nos proponen lo que es bello y lo que es feo, lo que es agradable y lo que es desagradable. En los dominios de la alimentación, del vestido, del arte -como en otros muchos- la distinción entre lo bello y lo feo, lo atrac­tivo y lo repulsivo, es cultural: es la propia sociedad la que así lo define. Baste pensar en la diversidad de modelos de belleza femenina representados por una Venus de Mi-lo, de Cranach, de Tiziano, de Rubens, de Renoir, de Modigliani o de Picasso, o por Greta Garbo y Marilyn Monroe. O pensemos también en los sentimientos tan encon­trados que suscitan las ancas de rana y los caracoles como manjar en nuestra dieta. En este terreno, la repugnancia -valga como ejemplo de reacción fisiológica a una defini­ción cultural- puede surgir inesperadamente ante alimentos, por otra parte, muy apre­ciados, como es el caso de la crema de la leche en la cocina occidental:

«La aversión a los alimentos -escribe la psicoanalista J. Kristeva- es la forma más elemental y arcaica de abyección. Cuando los ojos ven o los labios tocan esa piel sobre la superficie de la leche -inocua, delgada como el papel de fumar, tan desgarradora co­mo el rechinar de las uñas- siento arcadas, y algo más abajo, espasmos en el estómago y en el vientre; todos los órganos del cuerpo se me encogen, y se me saltan las lágrimas y se­grego bilis, el corazón se me encabrita y la frente y las manos se me empapan de sudor» (J. Kristeva, en S. Mennell, 1985: 292).

Los elementos afectivos suelen imponerse a los cognoscitivos: a muchas personas, aunque sepan que la carne de caballo es nutritiva, ni siquiera se les pasa por la cabeza incluirlas en su dieta; más de una mujer acepta modas en el vestir que resultan incó­modas o inapropiadas al clima, así como multitud de hombres persisten en apretarse el cuello con el dogal que representa la corbata.

c) Elementos normativos
Así mismo, la sociedad define la bondad y maldad de las cosas, lo justo y lo injus­to, lo que es correcto y lo que es incorrecto. Estas ideas morales constituyen un fenó­meno absolutamente desconocido en el reino animal: los animales disponen de cierto conocimiento del entorno, así como determinados gustos, pero son incapaces de dis­tinguir lo bueno de lo malo. Por el contrario, los humanos nos caracterizamos por la pluralidad de normas que rigen nuestras vidas; así como por la gran variedad de las mismas, en correspondencia con la variedad de los pueblos que las hacen suyas: lo que es bueno a un lado de los Pirineos -se dice- no lo es al otro lado. Los elementos normativos suelen preponderar tanto sobre los elementos cognoscitivos como sobre los afectivos: hay acciones que conocemos que son eficaces o agradables -hurtar un objeto codiciado, más de un placer sexual-, pero que no llevamos a cabo porque nos están moralmente vedadas. De aquí, la enorme trascendencia social de los componen­tes normativos.

Entre las normas, según la diversa obligatoriedad del mandato, cabe distinguir los usos sociales -folkways- y las costumbres -mores-. Uso social es toda práctica con­vencional, considerada apropiada, pero sobre la que no se insiste. La mayoría de las normas de cortesía, por ejemplo, son simples usos. Lo que no obsta para que algunas de ellas tengan su origen en un pasado remoto. En 1530 Erasmo de Rotterdam (¿14697-1536) aconsejaba al príncipe niño Enrique de Borgoña: "Las narices estén li­bres de purulencia de mucosidad"; como también, "Si estando presentes otros sobre­viene un estornudo, es urbano volver de lado el cuerpo" (E. de Rotterdam, 1985: 24-25). Y nuestro Juan Luis Vives (1492-1540), en concordancia con Erasmo, exhortaba:

"Limpiarás con frecuencia aquellas partes por las cuales las superfluidades del cuerpo hallan camino y desagüe. Éstas son la cabeza, las orejas, los ojos, la nariz, las manos, ;os sobacos y las partes vergonzosas" (J. L. Vives, 1963: 34). La costumbre, por su par­te, es una pauta cultural fuertemente sancionada. Se le suele considerar esencial para el bienestar del grupo. El asesinato o la violación -pongo por caso- son actos fuerte­mente recusados por las sociedades occidentales. Su rechazo se siente como algo na­tural, sobre lo que no cabe discusión alguna: las mores hunden sus raíces en valores y sentimientos básicos, que todo el mundo da por supuestos. Como subraya William G. Sumner (1840-1910):

«Las mores provienen del pasado. Todo individuo nace en ellas como nace en una atmósfera determinada, y no reflexiona sobre ellas, o las somete a crítica, más que el niño analiza la atmósfera antes de empezar a respirarla. Todo individuo está sujeto a la in­fluencia de las mores y es formado por ellas antes de que sea capaz de razonar acerca de ellas... Aprendemos las mores tan inconscientemente como aprendemos a andar y a co­mer y a respirar. La gente no aprende los mecanismos que nos permiten andar, comer y respirar, igual que no conoce la razón de por qué las mores son como son. Su justificación reside en que cuando llegamos a la edad de la razón las consideramos como hechos que nos vinculan a la tradición, a la costumbre y al hábito. Las mores encierran nociones, doc­trinas y máximas, pero son hechos» (W. G. Sumner, en T. Parsons et al, 1961:1.038).

En otra dimensión, están las normas jurídicas o pautas culturales legalmente san­cionadas por el poder público. En este caso, la fuerza coactiva fluctúa entre la débil de una ordenanza municipal y la exigencia irrecusable de una ley penal. Las normas jurí­dicas pueden estar de acuerdo con las costumbres sociales o ir en contra de ellas. Cuando no están respaldadas por la sanción social tienden a caer en desuso. El orden jurídico, por tanto, sólo se manifiesta como tal orden para aquellos que lo aceptan, y mientras dura su aceptación. Las normas legales rara vez se mantienen en vigor mucho tiempo sobre la sola base de la fuerza física o de su amenaza; se requiere contar con al­gún grado de asentimiento popular, y éste no se concede por igual por unos y otros sec­tores sociales. El conflicto y el cambio son rasgos característicos del mundo normativo.

MÁS DE DIECIOCHO SIGLOS PARA EXPLICAR Y UNO PARA IMPONER UNA NUEVA REPRESENTACIÓN: EL AGUA EN EL SIGLO XIX

El Agua y su Historia
México en sus desafíos hacia el siglo XXI
Tortolero Villaseñor Alejandro
Ed. Siglo XXI 2da. edición. México 2006
Pp: 51-53, 59-86, 92-99

Ciertamente no puede darse un espectáculo más rico y variado que el que presenta el valle, cuan­do en una hermosa mañana de verano, estando el cielo claro y con aquel azul turquí propio del ai­re seco y enrarecido de las altas montañas, se asoma uno por cualquiera de las torres de la ca­tedral de México, o por lo alto de la colina de Chapultepec. Todo alrededor de esta colina está cubierto de la más frondosa vegetación. Antiguos troncos de ahuehuetes, de más de 15o 16 metros de circunferencia, levantan sus copas por encima de los Suchinus, que en su parte o traza se pare­cen a los sauces llorones de oriente...] La ciudad se presenta al espectador bañada por las aguas del lago de Texcoco, que rodeado de pueblos y lugarcillos, le recuerda lo más hermosos lagos de las montañas de la Suiza..
ALEXANDER VON HUMBOLDT, 1803.

En el siglo XIX podemos observar dos momentos diferentes en el manejo del agua que obedecen, a nuestro juicio, al panorama general que presenta­ba el país. Dos factores generales influyen en este cambio. El primero tiene que ver con la situación del país. A la vuelta de la independencia México se encontraba fragmentado en poderes locales y

' Entendemos por siglo xix el periodo que va de 1821, con la consumación de la independencia, a 1911-1917, cuando se interrumpe el periodo porfirista por efecto de la revolución.

regionales; el orden colonial, que se basaba en la supremacía de la metrópoli sobre las colonias y las regiones, y en la administración central sobre la local, donde la ciudad de México tenía una fun­ción centralizadora muy importante, será trasto­cado con la guerra de independencia. Entre 1821 y 1880, a falta de un poder central fuerte, los par­ticularismos regionales y el poder de las élites y oligarquías regionales adquirieron una gran di­mensión. En materia de aguas esta situación es patente, ya que, por lo menos hasta el año 1888, en que se publica una ley general de vías de co­municación que posibilita a las autoridades fede­rales la recuperación de funciones centralizadoras en asuntos hidráulicos, los asuntos de aguas estaban en poder de las autoridades locales y re­gionales. Dicho de otra manera, la inexistencia de un Estado fuerte se convierte en una posibilidad inmejorable para dejar actuar a las élites. Con el porfiriato esta situación se invierte, y el Estado recupera sus funciones de control y hegemonía. La ciudad de México es nuevamente el espacio político, administrativo, comercial y de servicios por antonomasia.
El segundo factor, íntimamente conectado con el anterior, tiene que ver con la representación ge­neral del agua en el siglo xix. Desde el periodo ilustrado comenzaba a surgir la asociación del agua con lo higiénico; la limpie/a hacía parte de la respetabilidad. Pero será en forma decisiva du­rante el siglo pasado cuando se imponen las idea higienistas. Con la adopción del positivismo co­mo ideología del régimen se extiende la idea de que la sociedad se asemejaba al cuerpo humano, y por tanto era posible aplicarle los conceptos de

salud y enfermedad. Las ciudades más civilizadas eran las que contaban con mayor salubridad; por tanto, había que bañarse para quitar las excre­cencias corporales y construir complicados siste­mas para abastecer de agua y desalojar los resi­duos urbanos. La ciudad debía poseer un sistema de evacuación que alejara lo putrefacto como fue­se posible, y el agua era el vehículo para desaguar las excrecencias. Para los médicos, los aires y las aguas se envenenaban al tener contacto con cual­quier sustancia putrefacta; la suciedad era sinóni­mo de excremento y podredumbre y, en su teoría, los aires sucios, miasmas venenosos, eran el foco de atención central. Para los circulacionistas del siglo xix, que se apoyaban en la teoría de la circu­lación de la sangre de Harvey, tanto el cuerpo hu­mano como la ciudad organismo tenían necesi­dad de ingerir y excretar; por ello era necesario construir desagües y tuberías. Las enfermedades eran producto de la acumulación de inmundicia y del escaso empleo del agua.2
Estos dos factores serán, entonces, decisivos en las políticas hidráulicas del siglo pasado. Entre 1821 y 1888, a falta de un Estado fuerte, el agua es­tá en poder de las autoridades locales y regionales. A partir de entonces, el Estado recupera sus fun­ciones centralizadoras impulsando al mismo tiem­po el desarrollo económico del país y una repre­sentación del agua y lo higiénico, que lo obligan a adoptar nuevas políticas hidráulicas.

2 Davales, en Ana González, 1999. La teoría miasmática propuesta por Sydenham y otros dominó durante las prime­ras décadas del siglo xix la medicina y la salud pública. Esta teoría sostenía que las emanaciones fétidas de suelos y aguas impuros causaban la enfermedad.
Las ideas_de Koch y
Pasteur se difunden y con ello la idea de que el có­lera sigue el curso de los ríos y llega a las pobla­ciones con el agua potable. Estas ideas innovado­ras se difunden rápidamente: en julio de 1884 Roberto Koch dicta en Berlín su conferencia so­bre el cólera y en 1885 se imprime en México. Se difundían las ideas de que el mal viene casi siem­pre del agua6 y de todo lo que toca: alimentos, fru­tas y legumbres. El agua es vehículo del microbio responsable de la enfermedad: un vacilo curvado como bastón, muy móvil, llamado vibrión. Absor­bidos con el agua o los alimentos, los vibriones se­gregan en el intestino una toxina que origina esta diarrea particular que se acompaña de vómitos y provoca una deshidratación intensa. Antes casi era sinónimo de muerte; ahora, gracias a una re-hidratación masiva, por vía intravenosa si es nece­sario, y a la administración de antibióticos, se puede curar. Su entrada en Europa se da a través de Rusia en 1830, originada por una epidemia que comienza en Bengala en 1817; se extiende a toda el Asia meridional y a partir de 1829 invade Euro­pa, África y América, de allí el nombre de pande­mia. (En ese momento no se sabía que la enferme­dad se originaba por un microbio y que seguía paso a paso su camino desde Asia). A principios de 1830 franquea el Cáucaso y mata a dos tercios de la población de Tífilis; pasa a Astrakhán en ju­lio, a Moscú en septiembre, a Riga algunos meses después, a Dantzig en marzo de 1831. El 31 de agosto ocurre el primer caso en Berlín; el 12 de fe-

6 También puede transmitirse por simple contacto con los enfermos, por las manos sucias de los portadores de gérme­nes, por las moscas.

brero de 1832 se da el primer caso en Londres; el 15 de marzo desembarca en Calais para de allí pa­sar a París, donde el 26 de marzo hace su primera víctima. Rápidamente los casos se multiplican y en la capital francesa se desata el pánico, el ho­rror. Los cadáveres se descubren en las casas ba­ñados con una diarrea blanquizca, los muertos aparecen en las calles. De marzo a octubre apare­cen 18 400 muertos. Se buscan culpables acusando a comerciantes y tenderos de envenenar los ali­mentos, las bebidas y el vino. Chateaubriand cuenta que algunos fueron arrastrados por los arroyos y tirados al Sena. La novela de Jean Giono, Hussard sur le toit, evoca el clima de horror de la Alta Provenza después de la epidemia de 1832 bajo el signo del mal misterioso que mataba en un día familias enteras, el mal que salía de los ma­nantiales y las fuentes. La enfermedad debió cau­sar en Europa un millón de muertes. Éste es el ori­gen de la primera enfermedad asociada al agua, enfermedad hídrica: dos médicos ingleses, Snów y Bud, se dieron cuenta, luego de la epidemia en Londres, que los que bebían agua de una bomba contraían el cólera. A finales de ese siglo, nadie dudaba de su origen hídrico -y Chaikovski menos que nadie, puesto que para suicidarse, en 1893, elige beber un garrafón de agua no hervida en ple­na epidemia; la madre del músico había muerto también de cólera en 1850.7 El terror que inspira­ba la enfermedad dio origen alas obras para pro­veer a la población de agua de buena calidad y mejorar las condiciones de higiene. Se ha dicho

7 Algunos otros personajes célebres que mueren del cólera son: en Berlín, el filósofo Hegel; en París, Casimir Ferien En Pedoya, 1990.
que "toda la organización sanitaria de las ciuda­des europeas es hija del, cólera."
No será extraño, entonces, que esas noticias se difundieran en México, y que en ese año de 1885 la Secretaría de Gobernación estableciera sus me­didas higiénicas, que consistieron en desecar pantanos, construir un buen sistema de drenaje, abastecer a los poblados de agua potable y vigilar acueductos, fuentes públicas y demás depósitos de agua.8
Los tratados de higiene de finales del siglo xix señalaban que cada habitante debía recibir 150 li­tros de agua diarios para satisfacer sus necesida­des. En la ciudad de México, como ya hemos vis­to, era muy difícil hablar de consumo por persona, pero los registros indican un aumento, entre 1900 y 1913, de 80 litros a aproximadamen­te 400. En Puebla, en cambio, a principios del xix era de 10 litros diarios. 'Para extender las gracias del agua se instalan en las ciudades los sistemas en red que sustituían a los obsoletos sistemas en línea coloniales.
Los sistemas en líneas se dividían en tres sec­ciones. En la primera estaban los acueductos que transportaban el agua desde los manantiales o po­zos; en la segunda estaban las "cajas de agua" que servían para distribuir el agua a las cañerías; en la tercera las cañerías permitían que el agua llegara a las fuentes públicas o a los consumidores. Las cañerías eran de madera, mampostería o barro, y se daban frecuentes problemas por descompostu­ras, robos, desvíos y suministro irregular.
El sistema en red consistía en distribuir el
8 Birrichaga, 1998.


agua por medio de tuberías conectadas entre sí; cada sector del sistema contaba con válvulas que podían suspender el suministro de agua. Esta red estaba formada por circuitos de tubería de hierro colocados en distintos sectores de la ciudad, que eran abastecidos por una fuente o depósito. En caso de interrupción del abasto a un sector, el sis­tema permitía abastecerlo con el líquido proveniente de otras fuentes; en caso de reparaciones en algún tramo de la tubería, no era necesario suspender el servicio en toda la zona. Las venta­jas del sistema, como lo pregonaba el doctor José Lobato en 1884, eran que mejoraba la higiene y se regularizaba la distribución.9

proyecto de Garay es apoyado y las obras se rea­lizan lentamente debido a las turbulencias políti­cas. No obstante la intervención francesa y las guerras civiles, Garay ocupa la Dirección General del Desagüe hasta 1881. Al año siguiente, el inge­niero Luis Espinosa lo reemplaza y se beneficia de las nuevas condiciones institucionales para realizar las obras del desagüe.
Estas condiciones fueron propicias para que México fuera sujeto de crédito internacional: reci­bió un fínanciamiento de 2 400 000 libras, con op­ción a un millón de libras adicionales, para la construcción de las obras de desagüe. El proble­ma financiero estaba resuelto, como también el político con la decisión de Porfirio Díaz, quien frente a las lluvias excepcionales de 1888 asumió las obras como proyecto prioritario. En sus pro­pósitos, las opiniones de los médicos tenían una resonancia extraordinaria, y sólo faltaba resolver el problema tecnológico y el práctico de la con­ducción de las obras. Se pensó que la mejor salida era contratar a empresarios extranjeros, quienes con sus paquetes tecnológicos y de relaciones de trabajo pudieran llevar a buen término las obras. Cambiaban así los actores y los métodos; si antes el desagüe se había realizado bajo la tutela del Es­tado y utilizando formas de trabajo compulsivas como el repartimiento, los presos y el ejército, en adelante, serían los empresarios privados, con ba­se en nuevas relaciones de trabajo. En otras pala­bras, el problema del subdesarrollo en la industria de la construcción se atribuía entonces a la falta de tecnología y a la insuficiencia de cuadros me­dios, esto es, a una falta de capacitación técnica. En la óptica de los jóvenes científicos, tal capacitación sólo existía en el extranjero, y por ende la apertura, que se observó no sólo en el ramo cons­tructivo sino en la industria en general. Para el ca­so que nos ocupa, el contratista elegido entre cua­tro proyectos fue Weetman Dickinson Pesrson, de origen inglés, quien gracias a los contratos con el gobierno "de Díaz se convirtió en el contratista más importante del periodo y construyó con ello una enorme fortuna personal.14
Para desecar el lago de Chalco encontramos una situación análoga, sólo que ahora, más que un contratista, serían empresarios españoles quienes llevarían a cabo las obras: los hermanos Moriega. Estos emigrantes asturianos se encar­garon de transformar el sistema hidrológico de los ríos que descendían de la Sierra Nevada, que gozaban de una excelente reputación por ser abundantes y cristalinos. Las aguas de los ma­nantiales también eran consideradas excelentes para beber.
El lago de Chalco ocupaba una superficie cer­cana a las diez mil hectáreas; los partidarios de desecarlo lo calificaban como pantano, y sus de­fensores como lago. Tenía una profundidad que variaba con el ritmo de las lluvias,15 y para dese­carlo se hicieron varios estudios. Las estimacio­nes sobre su capacidad eran muy divergentes:
14 Connolly, 1997.
13 La comisión encargada de estudiar las condiciones para desaguar el lago de Chalco expresa: "debemos hacer notar que el lago de Chalco, como los otros que rodean la capital, es in­salubre, porque durante la escasez de lluvias, o cuando éstas faltan, una extensión más o menos considerable de sus bordes se vuelve pantanosa y produce emanaciones que dan lugar a casos de paludismo". agn: scop: 546-4 (f. 48).


iban desde los 81 millones de metros cúbicos de agua hasta 233 860 100, como lo asentaba R. Igle­sias en 1902. Esta imprecisión fue un arma para el empresario, quien con obras de ingeniería so­metió a los pueblos, ya que protegió bien su nego­ciación agrícola de las inundaciones, originadas por la crecida de las aguas de lluvia que no lo­graban ser arrastradas por las estrechas canaliza­ciones, mientras que dejaba escurrir hacia los pueblos el agua que rebasaba los canales, o bien, cerraba las compuertas para originar inundacio­nes en los pueblos rebeldes.16
Afortunadamente el agua no sólo servía para el sometimiento de los pueblos, sino también para alimentar una de las agriculturas más prósperas de todo el país, que ha legado una variedad de maíz: la chalquense. El agua como poder fecun­dante también se refleja en la organización espa­cial, en el imaginario y en la cocina, que ya he­mos mencionado, pero también en las nuevas actividades productivas. En efecto, en estas acti­vidades encontramos una mezcla de tradición y modernidad que va desde la agricultura tradicio­nal de los pueblos chinamperos hasta la forma­ción de haciendas lecheras y cerealeras donde el agua es un recurso básico.
Además, las actividades de las dos grandes fá­bricas de la región, la papelera de San Rafael y la textílera de Miraflores no se entienden sin la ubi­cación estratégica de estos establecimientos para recibir el agua. La papelera de San Rafael, por ejemplo, obtenía el agua de los manantiales y del deshielo de la Sierra Nevada, pero el usufructo de
16 Tortolero, 1997 y 1999.


este recurso rué el que causó más problemas en­tre las fábricas y las comunidades. Un laudo de Porfirio Díaz en 1896 concedía a la empresa el uso preferente del agua. Los pueblos y el ayunta­miento siguieron luchando hasta que la fábrica se comprometió a pagar una cantidad mayor por ella y a instalar una tubería, cuya construcción y mantenimiento corría a su cargo, para surtir de agua al pueblo de Tlalmanalco.
El tráfico en canoas es bastante ventajoso, co­mo ya hemos mencionado. Si en el siglo xv se afirma que la ciudad de México recibía cada se­mana 5 000 fanegas de maíz transportadas en ca­noas, y en el siglo siguiente Francisco Sedaño afirma que anualmente llegaban a la ciudad unas 50 000 canoas, esto da una idea del tráfico co­mercial lacustre. Por ejemplo, hacia 1860 se esti­maba que los fletes por efectos de comercio por el circuito Chalco-La Viga, ascendían a 50 000 pesos, aproximadamente. El movimiento de pa­sajeros de primera y segunda clase, en ese tiem­po, se había calculado en 20 940 pesos, aproxi­madamente; de modo que estas dos cantidades hacen un valor total de movimiento de 70 940 pesos. Los efectos que entran por la garita de San Lázaro, excluyendo los ultramarinos, están cal­culados en 5 000 pesos prudentemente, que agre­gados al producto anterior hacen la suma de 75 940. Estas cantidades se aprecian mejor si comparamos el tráfico posterior de pasajeros, cuando se construyó hacia 1890, una línea de fe­rrocarril de Chalco a Tlalmanalco. Entre 1890 y 1895 los ingresos anuales por trafico de pasaje­ros fueron de 7 400 pesos, y el transporte de mer­cancías de 9 000 pesos, lo que permite apreciar la importancia del transporte en canales.17 Esto lo sabían muy bien José Reyes y sus socios, un grupo de asaltantes que desde 1846 enfrentaron juicios penales por robo a los transeúntes de las canoas de Chalco, o bien José Feliciano y Espiridión Lu­cio. ¿Antecedentes de los célebres Bandido de, Río Frío, tan bien retratados por Manuel Payno Es posible, pero de lo que no hay duda es que la presencia de las aguas se refleja en todos los ám­bitos de la vida regional, como articuladora del espacio, de las actividades productivas, de mitos y costumbres, etc. En fin, creemos que el peso de la economía lacustre aparece subestimado en los informes estadísticos del siglo pasado.
Según estos informes, por ejemplo el de Pas­cual González, gobernador del Estado de México en 1849, los vecinos pobres de Zumpango se de­dicaban a la caza de patos y a la pesca en la laguna de su pueblo: "mas este recurso es muy insignifi­cante: sería muy provechoso a la clase menestero­sa y a los fundos, la desecación de la laguna como es fácil, pues de ello resultarían abundantes cose­chas". De las regiones lacustres de Chalco y de Texcoco, el gobernador afirma que la pesca es só­lo un "arbitrio secundario" del que subsisten los habitantes, mientras que la agricultura es el ramo general al que se dedican los pueblos.


ya antes habíamos mencionado que la percepción de los españoles y la de los in­dios en torno al agua no era la misma. Para los primeros, el agua del lago no era apreciada. Des­de las crónicas de Tomás López Medel en el siglo xvi, quien afirmaba que las aguas de los lagos contribuían al mal olor que se respiraba en el va­lle durante las épocas de estío, hasta los testimo­nios de viajeros tan ilustres en el siglo xix como el barón de Humboldt o Jules Leclercq, se hace manifiesta la insalubridad que las aguas acarrea­ban al valle y cómo en épocas de estío los peces muertos envenenaban la atmósfera con su olor.
Los peces y la fauna acuática que moraban en las aguas de los lagos del valle tampoco eran apreciados por las élites. Los españoles, por ejem­plo, preferían consumir los pescados traídos de la


costa. El padre Cobo mencionaba, a principios del siglo xv, que los peces de los lagos del valle tenían un sabor desagradable por el lodo en e] que vivían. Más tarde, en 1885, el presidente de la Sociedad Real Belga de Geografía, Jules Leclercq, calificó a los peces de los lagos de repugnantes.
Esta misma clasificación de las aguas de los la­gos y de su fauna aparece en los partidarios de lla­marlo ciénega. El Consejo Superior de Salubridad en 1895, ante la petición de desecar el lago, reali­zó un estudio de las condiciones de los lagos del sur en relación con la higiene; allí asientan que los lagos situados en la parte meridional del valle de México despedían en toda su superficie miasmas de hidrógeno sulfurado que se percibía en las ca­lles de México siempre que soplaba el viento del sur. En sus palabras, "así es que en el país se tiene ese viento malsano. Ya los aztecas en su escritura jeroglífica, le representaban por la figura de la ca­beza de un muerto". Durante el Segundo Congre­so Mexicano convocado por la Secretaría de Fo­mento con motivo de la fetidez que reinaba en la capital en el año 1878, también se habló de los an­tiguos lagos como verdaderas ciénegas/'cuyas aguas estancadas son de día en día más insalu­bres". Y así sucesivamente, desde los cronistas hasta los médicos, ingenieros e higienistas, esta concepción de los lagos -más que lagos, de los pantanos- como algo sucio, desagradable, que ha­bía que desaparecer, se enfrentaba al mundo de los pueblos de indios, ya que éstos suponían que el agua de los lagos circulaba en forma subterrá­nea y, lejos de estar estancada y ser foco de infec­ción, era un elemento central de subsistencia. Los hermanos Noriega, ejemplo de esta cultura española del agua, intentarán aprovechar esta situación, ya que según las opiniones de expertos, la jerarquía de las aguas de los lagos y las estadís­ticas estaban de su lado. Era difícil oponer un mundo aprovechado por 41 pescadores en 1895, a la fetidez de una gran ciudad como la de Méxi­co. Entonces, en 1894, hicieron una petición al Supremo Gobierno para desecar las aguas del la­go de Chalco. En 1894 Iñigo Noriega, prominen­te hacendado en la región, solicitó al secretario de Estado y del Despacho de Comunicaciones y Obras Públicas el permiso para abrir un canal que vertiera las aguas del lago de Chalco en el de Texcoco, es decir, demandaba le concesión para desecar el lago de Chalco.
Las razones que justificaban su petición eran tres: cambiar el uso del suelo aumentando la su­perficie de cultivo; crear empleos en las obras y luego en las faenas agrícolas, y finalmente desti­nar las aguas excedentes al lavado de las atarjeas de la ciudad de México. Para ello, en principio, los hermanos justificaron su propiedad sobre el lago, ya que les pertenecía la hacienda de Xico que tenía dominio sobre las aguas del lago. Argu­mentaron que en otra de sus fincas, la hacienda de la Compañía, ya habían experimentado con obras de desecación similares a las propuestas. Así encontraron que la desecación convertía a las tierras en "terrenos tan feraces y productivos, que sólo por excepción pudieran encontrarse igua­les". Así, propusieron convertir un terreno poco productivo, con una pesca exigua y forraje de plantas acuáticas de mala calidad, en un campo donde un tercio sería aprovechado como agosta­dero y en los dos tercios restantes se cultivaría


maíz. Las cifras nos dan una idea de la feracidad de los terrenos: un producto anual de 200 000 cargas de grano.
Con estas justificaciones: empleo, higiene y productividad, los empresarios construyeron 203 kilómetros de canales: un canal de 16 kilómetros dedicado a la conducción de las aguas del lago de Chalco al de Texcoco. Otro de 18 kilómetros de extensión y 12 metros de ancho, para llevar el lí­quido de los manantiales de la parte sur de la an­tigua laguna de Chalco a la de Xochimilco y pa­ra conducir las aguas que en tiempos de lluvias proceden de las cumbres de la Sierra Nevada. Uno más al norte de la hacienda de Xico pasan­do por los pueblos de San Lucas, Tlapacoyan, Ayo tía y Tlapisahua, de 14 kilómetros por 8 me­tros de ancho, para recoger las aguas que en tiempo de lluvias bajan de los montes de Tlalmanalco, González, La, compañía, Zoquiapan, para mandarlas directamente al lago de Texcoco. Y el resto de los canales, que sumaban 154 kilóme­tros, tenían por objeto el drenaje y el riego de los terrenos y el traslado de las cosechas a los pun­tos convenientes.
Así se terminaba una relación milenaria de los hombres de la región con sus lagos y se inaugura­ba la era de la gran hidráulica que habría de mar­car un siglo de castigo ecológico.18 En efecto, los lagos fueron drenados; el de Texcoco, por ejem­plo, aquel cuerpo de agua cubierto de "lodo negro y verdoso, hediondo", que producía dolores de
1 F. Herin define a la gran hidráulica como "un conjunto de innovaciones tecnológicas que contribuyen al control efi­caz y de envergadura de los recursos hidráulicos", en Pérez Pi­cazo y Lemeunier (eds.), 1990: 61.

cabeza al médico José Ma. Guyosa en su visita de 1892, también en 1900 arrojaba fuera del valle 3 800 litros por segundo. Para ello se había desig­nado en 1886 al ingeniero Luis Espinosa como di­rector de las obras del desagüe llevado a cabo me­diante la construcción de un canal, un túnel y un tajo de salida. La profundidad de este lago, según los estudios realizados, nunca descendió los 3.5 metros entre 1881 y 1890, y en los meses de llu­vias era de más de cinco metros.
Un conjunto de elementos diferenció la deseca­ción del lago de Texcoco respecto del de Chalco. La primera es que el proyecto fue una empresa asumida completamente por el gobierno federal, a través de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, y más concretamente de la Comi­sión Hidrográfica del Valle de México, con recur­sos públicos obtenidos de la Caja de Préstamos para Obras de Irrigación y Fomento a la Agricul­tura, que otorgó la cantidad de 2 300 pesos para llevar a cabo la desecación del lago.19 Ya los pri­meros estudios y mediciones tanto del agua como de las características del terreno fueron realiza­dos por autoridades gubernamentales; en cam­bio, el proyecto del lago de Chalco fue privado.
El segundo elemento distintivo tenía que ver con el régimen de propiedad. El lago de Chalco era parte de una propiedad privada, la hacienda de Xico, mientras que el de Texcoco, por tener una mayor extensión, era parte tanto de propie­dades privadas como de pueblos, y también era propiedad federal. Otra diferencia radicaba en que la desecación de ambos lagos respondía a

tradiciones distintas. Si bien en un principio los pro­yectos desecadores se orientaron a obtener tie­rras para dedicarlas a grandes proyectos de pro­ducción agrícola, el lago de Texcoco tenía una desventaja frente al de Chalco: sus tierras conte­nían un alto grado de salinidad que las hacían to­talmente inapropiadas para la agricultura, mien­tras las del lago de Chalco mostraban una gran fertilidad.20
Una sociedad particular se encargó de realizar experimentos para determinar el tipo de cultivos más adecuados para los terrenos desecados! ob­viamente, se pagarían con creces los gastos reali­zados. La Sociedad Financiera para el Fomento de la Irrigación estableció una estación experi­mental en Santa Clara, cuyo responsable era Mi­guel Á. de Quevedo, quien fue contratado con el objetivo de vencer la rudeza del ambiente. Antes de que se hiciera cargo del Departamento de Bos­ques, la Secretaría de Agricultura y Fomento le envió un cuestionario donde le preguntaba aspec­tos muy específicos de las posibilidades de explo­tación de los terrenos del lago. Sus respuestas de­notan que los experimentos que realizó le permitieron construir un conocimiento botánico que sin la desecación del lago no habría podido
20 En México la salinidad de los lagos, como en Texcoco, explicaba en el mundo indígena la circulación de aguas sub­terráneas; se hacían experimentos dejando calabazas en las aguas de las costas, que se suponía eran las mismas que se en­contraban en Texcoco. Así sostenían esta idea. Sin embargo, ahora sabemos que esto no es cierto, y que las aguas saladas son nocivas para la agricultura. Si las aguas del globo tienen una salinidad media de 35 gramos por litro, las más saladas son las del Mar Muerto, con 80 gramos por litro.

generarse. Sus actividades como encargado de la estación le llevaron a concluir que las plantas más apropiadas para crecer en terrenos salitrosos y re­sistir las heladas eran los arbustos y hierbas de las quenopodiáceas como el chaparro salado, la bo­rrega gorda, el romero y la cenicilla; entre los ar­bustos el carrizo; entre los árboles los que mejor resistían eran los Tamarix (galilea y africana); las casuarinas (Cunninghanianá); los eucaliptos (ro­busta, rostrata, resinífera, teretlcornls).
De Quevedo sugería la plantación de carrizos, que servirían como materia prima para la fabri­cación de pasta de papel, lo que ayudaría, según él, a la industria de este ramo puesto que se veía obligada a adquirir esta materia en el extranjero. También veía redituable el cultivo del betabel, tanto el forrajero como el de azúcar, que serviría a los industriales del estado de Morelos que en­contraban dificultades para sembrar caña, aun­que aclaraba que sería un cultivo de transición que ayudaría a las quenopodiáceas a eliminar el exceso de sal. Su experiencia en cuanto a explo­tación comercial de los terrenos desecados del lago lo llevó a clasificar los terrenos -él creía que había de dos a tres tipos- por la cantidad de sali­tre, por la presencia de otros elementos constitu­tivos del suelo y por ser humedad y consistencia. Recalcaba que sus sugerencias podían ser exito­sas en un solo tipo de suelo. Proponía asimismo que en los primeros años estos terrenos sólo se dedicaran a la explotación forestal para la boni­ficación de la tierra, y junto con el drenaje del suelo podrían, entonces sí, dedicarse al cultivo de hortalizas o a la agricultura; también reco­mendaba dejar una extensión de una tercera par-

te, por lo menos, para bosques o arboledas; éstos conservarían un equilibrio climatológico que protegería los cultivos agrícolas y la ciudad de México.21
Obviamente, las sugerencias de De Quevedo no fueron seguidas al pie de la letra. Los recursos gu­bernamentales eran pocos y finalmente el gobier­no federal no recuperaría todo el dinero inverti­do, puesto que su intención no era explotar por sí mismo esos terrenos; por ello las dimensiones reales de la sección forestal fueron mucho .más reducidas de lo que propuso De Quevedo. El te­rreno asignado no fue de 30 a 50 hectáreas, sino solamente de 68 474 metros cuadrados, y única­mente tenía un responsable. De cualquier forma, el asunto revela también una enorme fe en que la acción del hombre -a través de los cultivos rege­neradores, el lavado y el uso de abonos- podía vencer los retos que significaba la naturaleza del terreno. Aunque no se decía cuánto tiempo po­dría llevarse la adecuación de las tierras para la agricultura, el encargado dejaba ver que en un corto periodo estarían ya produciendo.22
¡Cuánta diferencia había con la feracidad de las tierras del lago de Chalco. En Texcoco, una si­tuación parecida requeriría ingentes recursos económicos y materiales, tanto que sólo el go­bierno federal podía llevar a cabo una obra así.
Las sugerencias de De Quevedo orientaban so­bre el tipo de plantas y, sobre todo, el proyecto que se fomentaba en las tierras desecadas del la­go de Texcoco. Se buscaba principalmente la

reforestación de los terrenos con la plantación de acacias (Acacia melanoxylon), casuarinas (Casuarina Cunninghaniana), pirús (Schinus Molle), mezquites o huizaches (Prosopis juliflora) y tama­rix (Tamarix parviflora). La función principal de este tipo de flora es crear cortinas rompevientos, controlar la erosión y mejorar la fertilidad del suelo. La reforestación buscaba disminuir el no­civo efecto de los fuertes vientos provenientes de la región de Pachuca que levantaban tolvaneras y transportaban miasmas, polvo y sustancias con­taminantes a la ciudad de México, lo que, según los comentarios contemporáneos, provocaba en­fermedades gastrointestinales y respiratorias a un buen número de la población de la capital. También se buscaba detener la erosión del suelo a través del crecimiento de las raíces de los árbo­les, y según el tipo de éstos se podía fijar el nitró­geno atmosférico a la tierra; este elemento la fer­tilizaba y podía ser utilizado por otras plantas.
Se proponía igualmente el cultivo de plantas comerciales, sobre todo forrajeras, como la alfal­fa, el chamizo (Atriplex canescens), la avena, la cebada, el nabo y el chaparro salado. Es decir, se privilegiaba el desarrollo de la agricultura comer­cial. Salvo la mención al maíz -el producto de subsistencia por excelencia-, no hay en los infor­mes de De Quevedo y del perito forestal otro pro­ducto del que se beneficiaran directamente los pobladores
Pero si para la agricultura la alta salinidad era un formidable obstáculo por resolver, para otros representaba un recurso natural para explotar comercialmente. En efecto, surgieron varias empre­sas que solicitaron concesiones para la explota-


ción de las salinas. Las solicitudes comprendían tanto las salinas que se hallaban en los terrenos desecados del lago como el agua de las lluvias que descendían de la sierra de Guadalupe, que bajaba rica en sales.23
No sólo éstas despertaron la iniciativa y codi­cia particulares, sino también la irrigación y el cultivo de las tierras descubiertas. En efecto, una compañía agrícola solicitaba información del proyecto que efectuaba la scop con el fin de deter­minar que tanto desarrollo tenía ya, puesto que les interesaba adquirirlo para iniciar una vasta explotación agrícola de terrenos del vaso. Los pla­nes de esta compañía eran drenar y hacer el entarquinamiento para el lavado de las tierras; sem­brar árboles y plantas forrajeras, como el betabel, que resistieran el salitre para lograr rendimientos que compensaran los gastos y obtener utilidades del capital invertido. Esta empresa, de hecho, ya había adquirido terrenos en Santa Clara y Los Reyes, y había empezado los experimentos res­pectivos; proponía que se les vendieran los terre­nos considerados de propiedad federal alegando que su proyecto contribuía a resolver el problema de salud que afectaba a la capital y a otras pobla­ciones del Distrito Federal.
En Chápala, desde 1867, Ignacio Castellanos había solicitado al gobierno del estado de Jalisco la autorización para desazolvar, desempedrar y ampliar el lecho del río Santiago para que por esa vía saliera el agua de Chápala. A cambio pedía "todas las tierras que queden en seco" y una paga de parte de los propietarios ribereños beneficia-
23 agn-scop, exp. 544/13, en Huerta, 1999.

Finalmente en Lerma, después de varios pro­yectos que comenzaron 1857 con Gumersindo Enríquez, gobernador del estado que se interesó por la desecación, sería el crecimiento de la po­blación de la ciudad de México el que orillaría a la desaparición de los cuerpos lacustres.


En torno a algunas ciudades se formaron cinturones industriales que aprovechaban el agua. En San Ángel, por ejemplo, a partir de 1870 las fábricas deterioraron el curso de la naturaleza, al­teraron la ecología y dejaron una visible huella con el ruido, la concentración de las viviendas y la población, el acaparamiento del agua y su con­taminación, la centralización de las tierras, los

cambios en los cultivos, y la destrucción del aisla­miento a través de la introducción de transportes, como el ferrocarril.
Los empresarios textileros, por ejemplo, apro­vecharon las corrientes de agua para accionar las grandes ruedas hidráulicas y turbinas que incre­mentaban la producción. Explotaron los bosques para obtener una cantidad suficiente de leña que alimentara el movimiento de las máquinas de va­por. La fábrica San Ildefonso, en Tlanepantla, construyó una red hidráulica que le permitió no sólo el constante lavado de la materia prima, sino también la instalación de un sistema de cañerías que posibilitaban arrojar los desechos industriales de la producción manufacturera. En la textilera de Miraflores, el aprovisionamiento de agua se hi­zo a través del sistema de riego que se conectaba con el río de la Compañía, que nace de los deshie­los y arroyos provenientes de los volcanes de la Sierra Nevada y que desembocan en el lago de Chalco. En San Ángel, el principal recurso hidráu­lico era el río La Magdalena, que nace en la cordi­llera del Ajusco, y en Tlalpan, las fábricas se abas­tecían de los ojos de agua que también utilizaban los habitantes de Santa Úrsula, con lo que se ori­ginaron conflictos. La fábrica de papel San Rafael utilizó las aguas del río Tlalmanalco y los veneros de la Sierra Nevada, pero los contaminó a su paso y creó conflictos con los pueblos vecinos.
Estas industrias contaminaban las aguas en forma diferente. Mientras la textil utiliza la ma­yor parte del agua para la generación de energía, para mover los telares, husos y otro tipo de ma­quinaria como los tornos o las fresadoras -sólo una pequeña parte del líquido se emplea en el


proceso de fabricación, sobre todo para dar color con diversas anilinas a los productos textiles-, la papelera requiere grandes cantidades de agua tanto en el proceso de generación de fuerza mo­triz como en el de fabricación, lo que implica el contacto del agua con una serie de sustancias químicas que modifican esencialmente su natu­raleza combinándola con materias orgánicas: sa­les, nitratos, etc. Esto originó conflictos con otros usuarios, que se quejaron de la contaminación del agua. La fábrica de San Ildefonso que produ­cía hilados de lana era un ejemplo característico de la contaminación ocasionada por la produc­ción textil. El agua se utilizaba para lavar lana su­cia con soluciones cáusticas para el blanqueo, el teñido y el acabado de productos como casimires, frazadas, sarapes y otros géneros. Esta misma agua era posteriormente desalojada en el caudal que corría río abajo, lo cual generaba quejas y de­nuncias de otros usuarios. Por ello más tarde, ar­gumentando que la concesión de aguas que tenía la fábrica había sido otorgada en 1914 por el go­bierno usurpador de Victoriano Huerta, para re­validar la concesión en 1917 se les obligó a insta­lar filtros para no contaminar las aguas del río La Magdalena y depurar sus aguas, "por exigirlo la salubridad pública".
En la papelera las disputas son semejantes. El agua que utilizaba la fábrica San Rafael se conta­minaba tanto que los vecinos del pueblo de San Lorenzo Tlalmimilolpan se quejaban de que el agua que les llegaba del canal era tan sucia que era imposible usarla. En efecto, para obtener la celulosa se llevaban a cabo una serie de reaccio­nes químicas que daban por resultado una lejía ácida, a través de un proceso que absorbe nota­blemente el oxígeno del agua y la deja inservible para el consumo humano.30
Así, el paisaje de la cuenca de México se altera­ba notablemente con la llegada de las empresas agrícolas, ferroviarias, textiles, papeleras y urbanizadoras. Si las primeras están en el origen de la desecación de los lagos, las demás tienen una al­ta responsabilidad en el aprovechamiento de los bosques y en la contaminación del agua. Con la desecación se origina una baja en el nivel del manto freático que acelera el hundimiento de los edificios, pero también surgen planicies lacustres descubiertas que originan grandes tolvaneras.
Si este siglo está marcado, sobre todo en su úl­timo tercio, por un periodo continuo de creci­miento económico, los costos ecológicos serán extraordinarios. El sacrificio del agua, de los bos­ques y del paisaje en su conjunto se observa en una estética del agua que muestra una frontera idílica que los proyectos modernizadores no su­pieron resguardar. El paseo de la Viga, por ejem­plo, lugar de recreación para distintos grupos so­ciales, es un laboratorio donde observamos el sentimiento de desolación estética. Florencio del Castillo, en 1864, expresa muy bien los términos del problema:
Hubo un tiempo en que todo el valle de México era un inmenso lago, que servía tan sólo de espejo a las pasa­jeras nubes; la industria del hombre y la mano de Dios
30 Para las comparaciones, una fábrica de papel en Esta­dos Unidos consume tanta agua como una ciudad de 500 000 habitantes. Lecomte, 1998: 79.

conquistaron el terreno poco a poco, y las aguas se re­tiraron hasta reducirse a esos lagos de Texcoco y Chalco, que hoy se miran desde nuestras torres como una cinta de plata al pie de las colinas que forman nuestro horizonte. Bien, es cierto que el lecho de esos lagos es­tá, con muy corta diferencia, casi al nivel de México, y que puede venir un día en que las aguas recobren con ímpetu su antiguo dominio; pero, ¿qué importa el peli­gro a esa multitud que corre ansiosa a gozar? En esta vida que recorremos, ¿no hay siempre un abismo bajo nuestras plantas? ¿No es esta misma inseguridad la que presta un poco de atractivo a nuestros placeres? Y luego, bien pudiera suceder que el arte desecase esos lagos; la agricultura ganaría, ganaría la salubridad pú­blica; pero perderíamos ese espacio tan bello y tan poético
¿Cómo armonizar el desarrollo económico con el goce estético? El lago y sus canales eran moti­vo de fiesta y regocijo para distintos personajes. Desde la aristocracia que paseaba en barcos lujo­samente ataviados con cortinas y cojines de seda, vistiendo de gala a los remeros, hasta los óleos como el de La mejicana de Andrés García en 1857, donde se observa a una mujer en una pe­queña embarcación rodeada de legumbres y colo­ridos productos; la diversidad de los actores que gozaban del paisaje es una constante en todo el siglo. Así lo vemos en las pinturas de W. Bullock (1823), de J. M. Rugendas Viernes de Dolores en el Canal de la Viga en la fiesta de Santa Anita (1832); de E.Landesio La garita de la viga (1856); de Luis Coto La garita de la Viga (1860); de Alfredo Ramos

Chalupas en Xochimilco (1898); de José Guadalu­pe Posada El fandango de Santa Anita y tantos otros. En 1842, los versos de Guillermo Prieto ha­blan del holgorio del baile:
En el canal transparente ocupan el primer rango las canoas de fandango que atraviesan la corriente.
Van de gente como pina
y van alegres cantores
y tenaces bailadores
que se agolpan como en riña
Dos indios a los extremos impulsan la embarcación y le prestan dirección con sus colosales remos
Así surca el cristal que hace imperceptibles olas y chícharos y amapolas perfuman aquel canal
Esta representación, donde lo estético y el go­ce priman sobre cualquier otro elemento, será transformada por los higienistas e ingenieros porfirianos. F. Suárez, por ejemplo, convierte a los canales de la Viga en 1888 en laboratorio de "peligrosa influencia para la salud pública", debi­do al estado de sus aguas. En fin, es evidente que la asociación de los Richardson, los Pearson, los Noriega, los Cuesta Gallardo, los jóvenes científi­cos, los médicos, los ingenieros, será más poderosa que el pincel de Ramos, la pluma de Prieto y el delicioso holgorio de la plebe. El crecimiento eco­nómico traía también pérdidas irremediables. Pa­ra los científicos y tecnócratas porfiristas, la cien­cia y el positivismo eran poderosas armas para pensar que el agua, más que dar placer, debía evi­tar la enfermedad y contribuir al desarrollo. Con esto se abren las puertas para aniquilar los lagos y transformar el paisaje.pero" no sólo el ambiente natural y la estética del valle se transformaron, sino que el ámbito institucional también. Para poner en circulación una mayor cantidad de agua era necesario quitar­le poder a las autoridades locales y centralizar el recurso en el gobierno federal. Esto se hizo desde 1888 y culminó con la ley federal de aguas de 1910, mediante la cual los particulares sólo po­dían tener acceso al recurso a través de una con­cesión federal. Con esto la propiedad privada del agua desaparecía, como también las autoridades locales. ¿Qué cambia con la revolución de 1911? Esto lo comentaremos en seguida.

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