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Claude Lefort: la democracia, negación del totalitarismo

Sergio Ortiz Leroux

En octubre de 2010 murió el filósofo francés Claude Lefort. Por desgracia, su obra filosófica-política no ha sido suficientemente divulgada en nuestras tradiciones académicas e intelectuales. Salvo honrosas excepciones –como las revistasMetapolítica en su primera época y Casa del Tiempo–, su pensamiento político se ha discutido, hasta ahora, en reducidos círculos académicos de México. Quizá este olvido se deba, entre otras razones, a que el filósofo cofundador, junto con Cornelius Castoriadis, de la mítica revistaSocialisme ou Barbarie, pertenece a una especie política en peligro de extinción: la de los pensadores.

En su prolífica obra (en castellano Las formas de la historia. Ensayos de antropología política, México, FCE, 1988; Ensayos sobre lo político, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1991; La invención democrática, Buenos Aires, Nueva Visión, 1990; La incertidumbre democrática. Ensayos sobre lo político, Barcelona, Anthropos, 2004; El arte de escribir y lo político, Barcelona, Herder, 2007; y Maquiavelo. Lecturas de lo político, Madrid, Trotta, 2010), Lefort hace del pensamiento un motivo para reconciliarse –y de paso reconciliarnos– con el acontecimiento clave que marcó a su tiempo y generación: el totalitarismo. Para el pensador nacido en 1924, el fenómeno totalitario no surgió del vacío; no es fruto de seres malignos o mentes sádicas con complejos de inferioridad, ni tampoco es una forma velada que asume el Gran Capital o una casta burocrática para reafirmar su dominación sobre el proletariado. El totalitarismo, por el contrario, es la experiencia sociopolítica que define al siglo XX. No existe, según Lefort, otro acontecimiento que haya puesto a prueba de manera más palpable el sentido de lo humano y de lo inhumano, de lo justo y de lo injusto, como el totalitarismo. Todo es posible en la sociedad totalitaria. Nada del más acá le resulta ajeno.

La democracia como negación del totalitarismo

El peso de la experiencia totalitaria no paralizó la iniciativa de Claude Lefort. Por el contrario, nuestra autor elabora, en respuesta a este acontecimiento político singular, una filosofía política de la libertad o, si se quiere, de la democracia como negación del totalitarismo. Desde el binomio democracia/totalitarismo, Lefort construye una filosofía política que tiene como punto de partida una nueva teoría delo político. En clave lefortiana, lo político no es un hecho, una cosa, una conducta o una superestructura, sino es, ante todo, un espacio simbólico al cual debemos arrancarle su significado. Para Lefort, el significado de lo político no puede ser reducido a una teoría de las instituciones políticas –como supone la ciencia política positivista– ni puede ser disuelto en una filosofía de la historia y del sujeto de la historia, cuya fuerza normativa ha acabado por determinar el sentido y las formas de la acción –como supone el marxismo–, sino que lo político tiene un sentidoinstituyente que no puede agotarse en lo instituido.

Lefort encuentra en la obra de Nicolás Maquiavelo una veta muy fértil para repensar el sentido instituyente de lo político moderno. En la filosofía política del escritor y político florentino, identifica un amor a la libertad y un rechazo a la dominación, que no aparecen por ningún lado en la ciencia política y el marxismo, que reducen toda idea de libertad a un hecho positivo, empírico o a una ideología que encubre la práctica de la clase dominante. A diferencia de Karl Marx, Maquiavelo reconoce la división social como constitutiva de la sociedad política y, por tanto, como algo insuperable. Frente a la dialéctica de la necesidad, el escritor florentino antepondrá la contingencia de los deseos humanos en la sociedad política. A partir de esa contingencia, Maquiavelo desarrolla una nueva teoría de lo político que tiene como punto de partida una elaboración singular de la división entre sociedad civil y Estado, esto es, del modo como se constituye una sociedad política.

Desde la irreconciliable diferencia entre la sociedad civil y el Estado, entre lo político y lo social, Lefort elabora una teoría simbólica de la democracia y el totalitarismo. El auge del totalitarismo, tanto en su vertiente fascista como en su variante comunista, nos coloca, según Lefort, en la necesidad de volver a interrogara lo político, en este caso a la democracia. Preguntar por la democracia implica elucidar los principios generadores de una forma de sociedad en virtud de los cuales ésta puede relacionarse consigo misma de una manera singular a través de sus divisiones. En la óptica que nos abre Lefort, la democracia no puede ser reducida a una forma de gobierno o de Estado, o a un procedimiento para la toma de decisiones por parte de la mayoría de los ciudadanos, sino es, ante todo, unaforma de sociedad, es decir, un tipo de constitución y un modo de vida radicalmente opuestos a la sociedad totalitaria. Esta última forma de sociedad, según Lefort, se instituye a partir de la negación de los dispositivos simbólicos de la democracia, es decir, es el resultado de la inversión de sentido del régimen político que se construyó a partir de la distinción entre el polo del poder, el polo de la ley y el polo del saber, y de la aceptación de la división social, el conflicto y la heterogeneidad social. En el fondo, lo que se aprecia en el totalitarismo es una tentativa de apropiación por parte del poder, de la ley y el conocimiento de los principios y fines últimos de la vida social. Secuestro que encuentra en la figura del Partido al principal agente de la fusión entre el Estado y la sociedad civil, y de la identificación entre el Pueblo, el Proletariado, el Estado y el famoso “Egócrata” retratado por Alexander Solzhenitsyn en su Archipiélago Gulag (1973).

¿Muerte del totalitarismo?

Con la llegada del siglo XXI, muchos analistas afirman que el totalitarismo ya es cosa del pasado. Entre las numerosas sorpresas que deparó el arribo del tercer milenio de nuestra era, destaca precisamente el “final” de los regímenes políticos que se instituyeron a partir de la imbricación entre los polos del poder, el saber y el derecho, y de la negación de la división, el conflicto y la heterogeneidad sociales. Los demonios del totalitarismo, aseguran, ya fueron exorcizados por los ángeles de la democracia. Después de la larga noche totalitaria, se avizora un prometedor amanecer democrático que, sostienen, ya no será interrumpido por nada ni por nadie.

Claude Lefort no comparte el optimismo de aquellos que afirman que el totalitarismo ya fue depositado por la democracia en el basurero de la historia. Desde su mirada, la democracia moderna no ha encontrado en el presente ni encontrará en el futuro la vacuna contra el virus totalitario. Siempre que la incertidumbre que activa la sociedad democrática deviene insoportable por razones políticas, económicas o sociales; siempre que el deseo de pensamiento es sustituido por una exigencia desmesurada de creencia, aparece en el horizonte inmediato el fantasma totalitario. Nada sencillo resulta vivir en una forma de sociedad en donde no existen garantías últimas sobre el sentido del poder, el derecho y el saber sino todo está sujeto a una invención permanente. La democracia, en clave lefortiana, es una sociedad que requiere inventarse a sí misma de manera constante o el riesgo de retroceder al totalitarismo es inevitable.

Ciertamente, muchas de las bases institucionales o de los rasgos empíricos del régimen comunista han desaparecido, cambiado o perdido mucho de su identidad original. Con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración y posterior desaparición de la Unión Soviética a principios de los noventa, el totalitarismo pareciera haber recibido un golpe mortal. Los enemigos de la democracia, se afirma, ya no son los viejos totalitarismos de derecha o izquierda, sino los fundamentalismos religiosos, el terrorismo y los nacionalismos extremistas. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas como aparentan a primera vista. En efecto, si nos detenemos en este nivel de la reflexión, corremos el riesgo de confundir o mezclar dos dimensiones de análisis que Lefort se ha preocupado en diferenciar: el dispositivo institucional y el dispositivo simbólico de los regímenes políticos modernos, es decir, la diferencia que existe entre el desarrollo de facto de las sociedades democráticas o totalitarias y los principios que le han dado sentido a esas sociedades. En la obra de Lefort, no lo olvidemos, el análisis crítico de las representaciones simbólicas (lo instituyente) tiene un estatuto propio y es tan importante como el análisis de las bases institucionales (lo instituido).

Si lo anterior es cierto, entonces no existen razones suficientes para afirmar que el totalitarismo desapareció definitivamente de la faz de la tierra por el simple hecho de que murió el nazismo y desapareció el comunismo soviético. Por el contrario, el fantasma del totalitarismo continúa interpelando a las sociedades contemporáneas, porque las representaciones simbólicas que le dieron sentido y proyección histórica a ese régimen político continúan seduciendo el imaginario de los mortales. En cualquier momento, como advirtió magistralmente Alexis de Tocqueville, el deseo de libertad que alimenta a la democracia puede mutar en deseo de servidumbre.

La democracia, afirma Cornelius Castoriadis, es el régimen del riesgo histórico y, por eso, es un régimen trágico. La tragedia de la democracia radica, entre otras cosas, en que en cualquier momento las certezas acerca de la naturaleza, el sentido y el porvenir de la sociedad pueden remplazar a las incertidumbres sobre el origen y el destino de lo social; y la voluntad del Uno (sea éste el partido político, el césar democrático o el demagogo mediático) puede erigirse como depositaria o heredera de la voluntad de los muchos o de todos. La democracia le exige al ciudadano de a pie un deseo de libertad, una pasión por la exploración de lo desconocido, una voluntad de autonomía individual, en suma, una mayoría de edad kantiana que el totalitarismo jamás le va a solicitar.

Pero la democracia no puede ser vista, en clave lefortiana, como una estación de paso necesaria rumbo a la terminal totalitaria. Si así fuera, estaríamos dándole a la democracia un tratamiento de simple causa y al totalitarismo de mera consecuencia. Para Lefort, las relaciones causa-efecto pierden toda validez en el orden de lo simbólico. Empero, ello no exime a la democracia del peligro de caer en las redes de la “servidumbre voluntaria” (Etienne De la Boétie). Cuando crece la inseguridad de los individuos –como consecuencia, por ejemplo, de una crisis económica o de una guerra civil–; cuando el conflicto entre los grupos, las clases, las etnias o las nacionalidades se polariza hasta el extremo y no encuentra ya resolución simbólica y provisional en la esfera política; cuando el poder parece decaer hacia el plano de lo real y se muestra dentro de la sociedad como algo particular al servicio de unos cuantos; cuando la búsqueda de la verdad es sustituida por la Verdad revelada por Dios, la Historia o la Naturaleza; cuando todo ello sucede, se desarrolla entonces, según Lefort, el fantasma del pueblo-Uno, la búsqueda de una unidad sustancial, de un cuerpo unido a su propia cabeza. Quizá la lectura de la obra Lefort pueda ayudarnos a advertir los peligros que arrastran los viejos y nuevos fantasmas totalitarios de nuestro tiempo. Si cumpliéramos esta tarea, le rendiríamos a Lefort el mejor de los homenajes a unas semanas de su fallecimiento.

EL ESTADO 2011

EL ESTADO-2011

Introducción

El Estado constituye el objeto de estudio más importante de la Ciencia Política, toda vez que de su estructura y funcionamiento se deriva en gran medida la conducción y el comportamiento de la economía de un país, así como las formas que adquieren la seguridad social, la seguridad pública y la seguridad nacional.

Es propósito de este curso, que los alumnos tengan nociones claras sobre la importancia y significado del Estado, tomando en consideración que sus estudios profesionales los habrán de seguir en carreras de disciplinas sociales; aun en los casos que no es así, los conocimiento que adquieran sobre el Estado, les serán útiles ya que la influencia de esta entidad abarca a todos los ámbitos de la vida social económica y cultural de una nación.

La presencia del Estado es perceptible desde la vida familiar, hasta las más amplias complejidades que se puedan encontrar en el mundo. Partimos de una visión sencilla e inmediata, hasta las formas del Estado Mexicano, mediante un rodeo histórico- teórico.

EL PROCEDIMIENTO

Se toman como guía dos instituciones fundamentales de la sociedad:

FAMILIA. El estudiante comienza a reflexionar sobre el hecho de que en el seno mismo de su familia, el Estado está presente mediante las leyes: sus padres contrajeron matrimonio civil y de ello tienen el acta correspondiente; él como hijo fue registrado y también existe el acta respectiva; sus padres tienen los derechos y obligaciones que establece la ley para con él.

ESCUELA. En la escuela también se está sujeto a normas establecidas. Los estudios son certificados por la institución del Estado correspondiente, desde los niveles de educación básica hasta los grados profesionales que permitirán el desenvolvimiento del individuo en alguna ocupación o especialidad.

LA VIDA SOCIAL O PÚBLICA

  1. El varón, al cumplir 18 años de edad, debe cumplir con el servicio militar, este servicio lo presta ante la Secretaría de la Defensa Nacional (SDN), quien al término del servicio, extiende la Cartilla correspondiente, que en adelante será requisito indispensable para actividades personales como adquirir un empleo o salir del país.
  2. El ciudadano que desee salir del país, en forma legal, si es menor de edad, requiere del permiso de sus padres, además de gestiones ante la Secretaría de Relaciones Exteriores, Gobernación, etc. Si es mayor de edad requiere de un pasaporte que le extiende S. R. E.
  3. Toda persona tiene derecho a recibir protección por parte del sistema de seguridad (Policía, Procuraduría, Vigilantes, etc.). A la vez, cada individuo está obligado a hacer observancia de normas y leyes para no ser sujeto de ninguna sanción.
  4. En caso de poseer automóvil o casa, debe pagar impuestos ante la Secretaría de Finanzas del lugar.
  5. De igual manera pasa por una verificación por el cuidado del Medio Ambiente.

EL EMPLEO. Cuando se adquiere un empleo, solicitante y patrón firman un contrato donde se establecen: salario, horario y condiciones laborales; todo ello a la luz de la Ley Federal del Trabajo y de las disposiciones de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social.

Al cubrirse estas formalidades, se incorpora el trabajador a la población económicamente activa (PEA).[1]

EN RESUMEN

Se ha mencionado anteriormente que las leyes otorgan el derecho y la obligación a las diversas dependencias del Estado para que intervengan en la vida familiar, escolar y pública del individuo y del conjunto de la sociedad.

Estas leyes emanan del Poder Legislativo, integrado en México por la Cámara de Diputados y Cámara de Senadores, que conjuntamente componen el CONGRESO DE LA UNIÓN.

La observancia y el cumplimiento de la ley se define en tres instancias: Jueces, Magistrados y Suprema Corte de Justicia de la Nación, que corresponden al Poder Judicial de la Federación.

El ejército y todos los sistemas de seguridad tienen capacidad de ejercer la fuerza cuando el Estado lo considera necesario. Se supone que es para el bien común.

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“Hasta aquí el propósito ha sido el de simplificar al estudiante la explicación de lo que es el Estado y para ello se ha echado mano de lo que él conoce y vive.”

El estudiante ubicará que el Estado se expresa como el poder máximo que existe dentro de una nación. No hay otra institución que pueda equipararse en representatividad y capacidad de acción, a este hecho se le llama soberanía del Estado.

La soberanía le da al Estado poder y autoridad que se expresa en las acciones que despliega a través de sus funciones; éstas serán legítimas si se dan en beneficio del conjunto de la sociedad, si no es así, la legitimidad del poder estatal estará en entredicho.

LA HISTORIA REGISTRA DIVERSAS FORMAS ESTATALES

El Estado camina junto con la civilización, sus acciones hacia la sociedad cambian de acuerdo a condiciones históricas, políticas, sociales y culturales, pero sobre todo económicas. Es así que en la historia encontramos: Estados despótico- tributarios (mexica); imperios (Roma), monarquías absolutistas (España, Francia, G.B.) etc. Es hasta el advenimiento del capitalismo, con las revoluciones sociales y las teorías políticas, cuando el Estado adquiere formas de representatividad social en sus aparatos de decisión. Fueron los países industrializados los primeros en adoptar regímenes representatívos : Parlamento o poder legislativo, y un poder judicial que administrase la justicia en forma independiente.

En el siglo XIX, los Estados Unidos y los países de Latinoamérica que obtuvieron su independencia de los gobiernos europeos, asumieron la forma representativa de tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

FUNCIONES DEL ESTADO

Hemos visto que al Estado corresponde:

1) Actuar como mediador, cuando así se requiere en relación a los intereses de la familia.

2) Recabar los impuestos para dar cumplimiento a las funciones que tiene comprometidas con la sociedad.

3) Impartir la educación básica al conjunto de la sociedad.

4) Proporcionar protección y seguridad a la ciudadanía.

5) Asumir las obras que brinden bienestar y cuidad de vida: transportes, comunicaciones, alumbrado, servicio de agua, de drenaje, etc. (infraestructura).

6) Decidir sobre las formas de propiedad de la tierra, actuar como mediador en las relaciones del capital y el trabajo. A través de su dependencia correspondiente, hacer el reconocimiento de los sindicatos y de definir si una huelga es legal o no.

7) Impulsar el desarrollo económico. Aquí el Estado guarda relación con los capitalistas, toda vez que son ellos los que invierten su capital en la producción de bienes y servicios.

Como puede observarse, el Estado tiene amplios poderes para articular los factores que den cohesión y viabilidad al país. En tanto, esta sociedad es plural en intereses y propósitos, el papel del Estado es altamente complejo; es común que incurra en acciones y procedimientos susceptibles de ser criticados. A la sociedad corresponde definir si lo que hace es legítimo o no, en el entendido de que con frecuencia, las acciones del Estado que benefician a un sector, perjudican a otros.

Una visión de conjunto del Estado nos revela la magnitud de su importancia, lo cual implica la obligatoriedad de consultar diversas interpretaciones, a fin de abrir un abanico que permita al estudiante situarse en la diversidad de posiciones ideológicas y políticas que constituyen la expresión de los intereses diversos y contrapuestos que actúan en una permanente correlación de fuerzas:

“las sociedades contemporáneas son conglomerados de grupos e intereses diversos y en ocasiones contrapuestos. Coexisten en ellas clases sociales con diferentes necesidades y aspiraciones que satisfacer. A fin de que todos estos intereses singulares que se enfrentan en los terrenos de la vida económica y social puedan convivir dentro de un mismo espacio físico y temporal, el Estado fija reglas generales y obligatorias para todos los miembros de una sociedad, establece procedimientos y traza canales precisos para el despliegue de los mismos. El Estado es la arena donde se dirimen los conflictos sociales. Es una institución, o más bien un conjunto de instituciones, que la sociedad ha creado para moderar el conflicto entre clases e intereses diferentes, a fin de mantenerlos dentro de cierto orden que permita el desenvolvimiento de las actividades que ahí se dan”[2]

Toda discusión sobre el Estado comienza desde su origen mismo. Para Norberto Bobbio no es posible “dejar de plantearse el problema de si el Estado existió siempre o si es un fenómeno histórico que aparece en un cierto momento de la evolución de la humanidad” (Emmerich, Gustavo Ernesto. Alarcón Olguín, Victor. Tratado de Ciencia Política. Ed. Anthropos. México. 2007. Pp. 34.) Bobbio Norberto, Estado, Gobierno y sociedad. Fondo de Cultura Económica. México. 2001. Pp. 97. Para el politólogo italiano el Estado nace como un ordenamiento político necesario por la disolución de la comunidad primitiva y el desarrollo de comunidades de mayor amplitud.

Para Thomas Hobbes (pensador británico 1588-1679) en su obra el Leviatán, el Estado surgió en medio de una situación natural en que los seres humanos vivían permanentemente enfrentados y era por tanto necesario construir un oren artificial en el que tuvieren posibilidades de sobrevivir. Para Hobbes el hombre en estado natural tiene una esencia malvada y sin un poder capaz de controlar, se dirigen a una guerra de todos contra todos “Hobbes, Thomas. Leviatán. Ed. Fondo de Cultura Económica. México. Pp. 102. Citado por Emmerich, Gustavo Ernesto. Alarcón Olguín, Victor. Tratado de Ciencia Política. Ed. Anthropos. México. 2007.

John Locke, también pensador británico, no compartía la idea de Hobbes sobre el estado de naturaleza de la humanidad, para él los hombres vivían en completa libertad sobre sus actos y sus propiedades; vivían en condición de igualdad con poder y derechos recíprocos y por lo tanto sin formas de sometimientos de unos por otros. La razón de organizarse políticamente se dio con el fin de que hubiese una autoridad reconocida por todos cuando ocurriera algún atropello o diferencia entre sus miembros.

Hobbes tenía una visión negativa de la sociedad, en tanto que Locke la veía en forma positiva, sin embargo ambos pensadores coinciden en que la humanidad vivía en un estado de naturaleza y que se había dado una especie de contrato político para garantizar la sobrevivencia la paz y el desarrollo. Esta concepción se conoce como contractualista y en esta forma se pasó de una condición primitiva a un proceso de civilización.

Para los teóricos Hall e Ikenberry el primer Estado reconocible se da en Mesopotamia tres mil años antes de Cristo[3]. De acuerdo a los autores señalados en otros lugares de Oriente como China y la India hubo Estados pero muy débiles debido a las escasas comunicaciones el control era limitado. El Estado moderno surge en relación con el capitalismo en Europa, es Nicolás Maquiavelo (1469-1527) es el primer pensador de la época en hacer referencia al Estado como una institución autónoma, separada de principios éticos y religiosos.

En el siglo XIX cuando los países europeos avanzaban hacia su consolidación económica y política, también se desarrollo el debate que dio lugar a teorías de trascendencia universal: el liberalismo, el marxismo y el realismo “Emmerich, Gustavo Ernesto. Alarcón Olguín, Víctor. Tratado de Ciencia Política. Ed. Anthropos. México. 2007”.

EL LIBERALISMO

El liberalismo puso el acento en los hechos individuales, ubicaba al Estado como factor de desarrollo de los derechos de las personas cuando estos fueran compatibles con la sociedad. Se trataba de una concepción individualista de la sociedad. Los intereses y necesidades del individuo deben estar por encima de la sociedad. Para esta concepción el Estado moderno es de corte liberal, individualista, con limites jurídicos para el poder del Estado donde los gobernados cuentan de manera principal, es por ello que la doctrina liberal se perfila favorable a la burguesía que se propone asignarle al Estado la función solamente de vigilante. El liberalismo tuvo diferentes interpretaciones tanto en el orden político como en el orden económico y social.

EL MARXISMO

En el siglo XIX, el capitalismo ya mostraba plenamente los rasgos que lo definían como la acumulación de riquezas en manos de los propietarios de los medios de producción y por otro lado la explotación de las masas trabajadoras; otro rasgo era su necesidad expansiva en busca de recursos y de mercados, todo en aras de la ganancia. Aunque no existe, en Carlos Marx, una teoría completa sobre el Estado, su contribución importante radica en declarar el carácter clasista del Estado.

EL REALISMO

La teoría del realismo, referida al Estado, sostiene que esta institución es fundamental en el mantenimiento del orden interno y la paz en las sociedades de cada nación.

Por su parte, Max Weber uno de los pensadores de la sociología contemporánea más importantes, definió al Estado como “aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio reclama para sí en monopolio de la coacción física legitima” (Max Weber, Economía y Sociedad. Pp. 1056. Citado por Emmerich, Gustavo Ernesto. Alarcón Olguín, Víctor. Tratado de Ciencia Política. Ed. Anthropos. México. 2007).

Tres elementos constitutivos del Estado: un territorio, un pueblo y la potestad Estatal o soberanía.

REGÍMENES POLÍTICOS.

Las diferentes concepciones que sobre el Estado han existido, no son solamente un ejercicio académico, ni una referencia que se quede en el contexto de las ideas políticas. Un régimen político implica la forma de actuar de las instituciones gubernamentales sobre la economía, la cultura y hasta en lo más íntimo de la familia y del individuo. “un régimen político se distingue de otro por la manera como se selecciona a la clase gobernante y el tipo de funciones que éste desempeña; por la forma como se procesan las decisiones políticas, por el tipo de relaciones que se dan entre las distintas instituciones, y por la manera como se organiza la sociedad para desarrollar su participación política.

De esta manera, son varias las razones por las que es posible identificar un régimen democrático: éste se finca en un procedimiento de selección de los gobernantes que es abierto a la participación de las más diversas corrientes de opinión, a través del ejercicio del sufragio libre, universal y secreto, es decir, es pluralista y tolerante; existe un sistema de partidos competitivo que permite que cualquiera de éstos pueda conquistar el poder Ejecutivo y Legislativo, está normada por el principio de la división de poderes.” (Puga, Cristina. Peschard, Jaqueline. Castro, Teresa. “Hacia la sociología”. Ed. Pearson. 3ra edición. México. 1999. Pp. 99).

En estos regímenes se admite la diferencia de ideologías y la participación política con aspiraciones al poder. Se mueven con libertad relativa posiciones de izquierda que reclaman demandas en favor de las clases mayoritarias y posiciones de derecha con exigencias particulares de sectores acomodados o aun privilegiados; con frecuencia la ideología de dercha tiene rasgos más o menos marcados de religión y moral conservadora.

“Un régimen autoritario, en cambio, funciona a partir de una estructura vertical de dirección política; no está abierto al pluralismo. Así, la participación política está restringida y no hay elecciones libres, ni un sistema de partidos políticos competitivos.” (Puga, Cristina. Peschard, Jaqueline. Castro, Teresa. “Hacia la sociología”. Ed. Pearson. 3ra edición. México. 1999. Pp. 99).

En el siglo XX, los casos extremos de regímenes autoritarios, fueron el fascismo en Italia ( Benito Musulini) y el nazismo en Alemania,( Adolfo Hitler), ambos contemporáneos, fueron factores decisivos para el desencadenamiento de la segunda guerra mundial. El caso del nazismo encabezado por Adolfo Hitler con una concepción excluyente en grado máximo lo condujo al exterminio de millones de personas, principalmente judíos de Europa. A la ferocidad de este régimen le siguieron dictaduras militares en América Latina, principalmente en las décadas 60´s, 70´s y 80´s del siglo XX. Una dictadura más que cabe mencionar por la trascendencia que tuvo, incluso para México, fue la dictadura de Francisco Franco en España de 1939 a 1975, esta dictadura se conoció con el nombre de falangismo y cumple enteramente con las características de las autoras mencionadas.

El caso de México.



[1] Es la población mayor de 12 años que tiene una ocupación remunerada al momento de efectuarse los censos. José Silvestre Méndez Morales. 100 Preguntas y Respuestas en torno a la Economía mexicana. Edit. Océano. México. 1983. p.129.

[2] Puga, Cristina. Peschard, Jaqueline. Castro, Teresa. “Hacia la sociología”. Ed. Pearson. 3ra edición. México. 1999. Pp. 81-82.

[3] Ídem. Pp. 36.

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