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Antipolítica, nueva corriente mundial basada en la falsa democracia: Bovero

Al analizar el grado de democracia que existe en distintos países, según las Reglas Formales de la Democracia instauradas por Norberto Bobbio, su alumno Michelangelo Bovero llegó a una conclusión personal, pero que es también una voz de alerta: “en las últimas dos décadas, parece que en efecto la historia ha cambiado de dirección, que la corriente del movimiento ha invertido su marcha, o que la que Bobbio llamaba ‘la burda materia del mundo’ ha opuesto una dura resistencia a los ideales de la democracia, de los derechos y de la paz”.
Después de una larga deliberación sostenida en el Congreso del Estado de Michoacán, a donde Bovero llegó como invitado del mismo aparato legislativo, de la Universidad Latina de América y del Tribunal Electoral del Estado de Michoacán para sostener la conferencia Los desafíos actuales de la democracia, el politólogo italiano subrayó el nacimiento de una nueva corriente mundial basada en una antidemocracia y que surge de “la difusión a escala planetaria de ciertas formas de acción política que algunos estudiosos han bautizado (como) antipolítica”.
Según Bovero, el concepto “designa con una buena aproximación la visión y la estrategia de aquellos partidos y movimientos que apuntan a agregar consensos en torno a fórmulas demagógicas neopopulistas, caracterizadas por la contraposición de la supuesta ‘voluntad verdadera del pueblo’ frente a la brutal política expresada por las culturas sedimentadas en el sistema de partidos y en las instituciones de la representación”.
Al explicar lo anterior, el ponente dijo que en Europa se ve ya el accionar “de muchos actores políticos de derecha, expresiones del llamado ‘chovinismo del bienestar’, (que) han obtenido sucesos notables con métodos antipolíticos; en América Latina, son sobre todo algunos sujetos presuntos y sedicentes de izquierda, que dirigen su discurso a las víctimas de la globalización, los que han asumido los esquemas de la así llamada antipolítica. Para designar a ambos, a aquellos de derecha y de pseudosizquierda, (he adoptado) el término antidemocracia para sugerir que no obstante el método electoral de estos actores políticos, se trata de una caricatura, de una burla barata de la democracia”.
Para llegar hasta ese punto, Michelangelo Bovero enumeró las reglas establecidas por Bobbio que teóricamente permiten consolidar una democracia efectiva, entre ellas la inclusión de los individuos en un sistema; la equivalencia de los votos individuales en un proceso de elección; el respeto a la pluralidad informativa; el respeto al pluralismo político; el respeto al principio de mayoría; y el respeto a los derechos individuales y grupales, reglas que acusan una aplicación individual en cualquier sistema social, pero que distanciadas una de otra, o mal aplicadas en cualesquiera de sus partes, impiden el establecimiento de un sistema democrático, según el conferencista.
En cuanto a los valores que emanan y sostienen la funcionalidad de esas reglas, Bovero sugirió dividirlos en dos grandes campos en que subsiste “el mundo de los valores que están vinculados a la idea de democracia, volviéndola en un ideal a perseguir”: En el primero de esos campos, añadió, se encuentra “el mundo de los valores implícitos en las mismas reglas procedimentales de la democracia, criterios que vuelven a la democracia preferible a otras formas de gobierno: tolerancia, no violencia, renovación de la sociedad a través del libre debate y fraternidad (según Bobbio, a lo que se une la herencia francesa con) libertad e igualdad”
Por lo que toca “al segundo hemisferio de valores”, el analista se refirió a aquellos que “no son valores democráticos en el sentido estricto” aunque “son valores que deben ser perseguidos para permitir la existencia misma de la democracia y su perfeccionamiento”, como la libertad personal, de opinión, de reunión y de asociación.
Bajo todo ese esquema de conceptos que a simple vista parecieran reconocibles e incluso venerados por las sociedades democráticas, pero que también son objeto de distorsiones constantes en beneficio de fines particulares o grupales, Michelangelo Bovero definió como conclusión que las manifestaciones de la antidemocracia actual pudieran categorizarse como un “fascismo postmoderno, un fascismo que de la mezcla de represión violenta y burdo engaño demagógico, característico del fascismo histórico, fomenta la hiperpersonalización de la política y a veces expresa figuras de derecha o de pseudoizquierda grotescas de poder carismático ridículo, que apunta al reforzamiento sin límites del poder ejecutivo después de haberlo conquistado, debilitando los vínculos y los controles de garantía”.
Al tomar en cuenta la premisa de Marx en la que señala que “ciertos fenómenos se presentan dos veces, la primera como tragedia, después como farsa”, el especialista destacó que al estar fusionada la tragedia y la farsa en el régimen de Benito Mussolini, el pensador Norberto Bobbio concluyó que el fascismo era ya irrepetible, aunque Bovero se mostró más cauto y dijo que él “adelantaría la hipótesis de que tal vez se ha abierto un nuevo ciclo de tragedias y de farsas, quizás en términos invertidos; plantearía la duda de que muchos episodios políticos que parecen farsas del fascismo posmoderno podrían preceder a nuevas tragedias”, puntualizó.

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