Era de la información o sociedad del conocimiento, así se habla de nuestra época en que el conocimiento dirige la vida de la sociedad en todos sus aspectos; a su vez el conocimiento universal se difunde por vías rápidas y accesibles. Los recursos necesarios son idiomas y computación. En ésta clase utilizaremos el blog para abrir mayores posibilidades de enseñanza y aprendizaje

Estados Unidos hoy

enrique calderón alzati

Sín logar a dudas, a lo largo del siglo XX Estados Unidos de América llegó a con­vertirse en la nación más rica y poderosa del planeta. Una especie de Roma moder­na. Ello fue posible por varias razones. La perfidia, la capacidad de destrucción, así como la visión y firmeza de algunos de sus líderes. Las amenazas y los sobornos no fueron ajenos a este predominio, pero hubo desde luego otros factores innegables.
Entre ellos, las dos guerras mundiales que estremecieron principalmente a Europa, como con­secuencia de odios y ambiciones originados desde tiempos antiguos que terminaron saciándose con los avances de la ciencia y la tecnología, y con 40 millones de muertos. En esas guerras, Estados Uni­dos jugó papeles complementarios, pero decisivos, con mucho que ganar y menos que perder que los demás actores de la confrontación.
Otro factor importante fue la caída y el des­membramiento de la Unión Soviética, a conse­cuencia de dos fenómenos sociales no previstos por Marx ni por Lenin en su momento: la corrup­ción y el burocratismo, dos primos hermanos. No es que el sistema capitalista no los tenga, sólo que su capacidad de vivir con ellos ha resultado más adaptable y resistente hasta ahora.
El tercer factor fue el avance mismo de la tec­nología, en particular de las tecnologías de la infor­mación, que le permitieron diseñar con éxito estra­tegias de dominación mucho más sólidas y sutiles que las respaldadas por sus misiles y sus fuerzas de ocupación, tanto visibles como encubiertas.
Como muchos otros países, Estados Unidos desarrolló un proyecto sólido de dominación mun­dial, que además de los aspectos bélicos incluyó la creación de instituciones financieras que le asegu­raran el dictado de sus políticas de explotación de las naciones más débiles, así como el aseguramien­to de alianzas con posibles rivales y actores que le permitieran acrecentar sus excedentes. Incluyó
también la creación y el control de organismos políticos de carácter hegemónico, como la ONU, la OEA y la OTAN, que le facilitaran la intervención en otras naciones de acuerdo con sus intereses, para consolidar sus posiciones.
En estos procesos Estados Unidos vio a Lati­noamérica como un territorio de su propiedad, con capacidad de proveerle mano de obra barata y de materias primas, desde petróleo, fibras, minerales y alimentos, hasta enervantes, así como un merca­do poco exigente para sus productos, cuando éstos no podían competir en otros mercados.
Sería injusto e incorrecto regatear el gran impulso científico, tecnológico, cultural e incluso social que los estadunidenses ofrecieron al mundo durante las últimas décadas del siglo XIX y todo el siglo XX, que incluyeron avances sin precedente en medicina y en biología; la recepción y el reco­nocimiento que dieron a científicos y técnicos de todo el mundo cuando fueron despreciados en sus propios países -inclusive los de Europa, de Asia, de América (en particular los de México)—; sus aportaciones a la literatura y a la música, así como la conformación de bibliotecas, universidades y centros de investigación en todos los campos, el desarrollo del cine, de la aviación y de nuevos esquemas de producción y de servicio que hoy son replicados alrededor del orbe.
Desafortunadamente, en paralelo con estos méritos, en su afán de dominio y de acumulación de riqueza, quienes dirigen este país, con el con-

sentimiento de sus ciudadanos, cometieron errores y desmanes sin límite; se asociaron con los perso­najes y las organizaciones más ruines del planeta y de sus diferentes regiones, crearon monstruos, sembraron destrucción y odios sin fin en su contra, hicieron de la especulación el deporte nacional e ignoraron incluso excesos en la utilización de recursos naturales y financieros que hoy han pues­to en riesgo la vida y la estabilidad del orbe.
Es este el escenario en el que se realizarán dentro de poco las elecciones de un nuevo gober­nante para los próximos años. La prensa y los medios de comunicación han hecho ver en este proceso la posibilidad de un gran cambio, simboli­zado por la presencia de un joven candidato de color, con una trayectoria política aparentemente limpia, que pretende erradicar mucho de lo sinies­tro que tiene el aparato político, económico y mili­tar del imperio. Al mismo tiempo, acontecimientos recientes del sistema financiero, que parece entrar en una crisis de dimensiones inéditas, lo hacen ya el indiscutible favorito electoral. ¿Qué significado puede tener todo esto para nuestro país en los pró­ximos meses y en los años venideros?
Para nuestros gobernantes la consabida res­puesta es que aquí todo está bien, que tenemos una gran fortaleza económica y que no pasará nada, como nada ha pasado, por ejemplo, desde que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o como sucedió con la destruc­ción de las Torres Gemelas en 2001. Siendo Méxi­co una de las dos naciones vecinas directas de Estados Unidos y tomando en cuenta los escena­rios geopolíticos actuales, así como la historia misma de nuestra relación con ese país, la cual incluye invasiones, imposiciones, saqueos, amena­zas, intercambios y la brutal dependencia económi­ca reflejada en más de 15 millones de mexicanos que radican allá, debemos analizar las cosas con cuidado; a ello me propongo dedicar mis próximos artículos. •

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